Areté de Hipatia: Revista Filosófica
Bienvenidos al espacio dedicado a explorar los entresijos de la realidad con el instrumental teórico de la racionalidad común, una recóndita dimensión en la cual el pensamiento filosófico de los alumnos del Centro CEM Hipatia Fuhem cobra vida.
En la Revista La areté de Hipatia se publicarán ensayos y artículos de alumnos de filosofía bajo la guía docente de los profesores titulares de la asignatura (Luis Fernández, Jesús Roldán y José Sánchez Tortosa).
Artículos Publicados
Paula Cancio, ¿Es elegible sentirse culpable?
Asier Martínez Lencero, La confusión de Confucio.
"Kong Qiu es, muy probablemente, el pensador más influyente en la historia de la humanidad. Palabras grandes, sí, mas refieren a un pensador no menos grande…"

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Lecturas recomendadas "El mundo de Sofía" de Jostein Gaarder "Apología de Sócrates" de Platón "Ética para Amador" de Fernando Savater Página de filosofía: Proyecto Telémaco

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Todos los ensayos y artículos están escritos por alumnado de filosofía de Hipatia.
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 El Colegio Hipatia es un Centro laico Concertado en todas sus etapas, que da respuesta a las cambiantes demandas formativas de la sociedad, desarrollando las capacidades, la autonomía personal y la creatividad que permiten al alumno seguir aprendiendo a lo largo de su vida. Pertenece a FUHEM , institución independiente de carácter laico que desarrolla y promueve un proyecto educativo de calidad basado en la innovación, el rigor académico, el desarrollo integral de la persona y la

¿Es elegible sentirse culpable?
Paula Cancio
La sociedad de la antigua Grecia, creía completamente en la existencia de un destino y eran politeístas. Por ello, creían también en los castigos divinos. Allí se tenía asumido que los dioses también castigaban a los hombres según veían conveniente y apropiado, pero, desde luego, una de las peores consecuencias, consistía en otorgarle a la gente aquello que más deseaba.
Esto es así, puesto que el deseo, en la gran mayoría de ocasiones, tiende a predominar ante la razón. Por esto no siempre se piensa o madura suficiente cada decisión y pueden desencadenar sentimientos de culpabilidad o arrepentimiento por las consecuencias que conlleva cada acto.
Esto lo podemos apreciar claramente en el caso del mito del Rey Midas. Él deseaba que todo aquello que tocase se convirtiera en oro y así hacerse rico. Este deseo refleja el impulso o inmediatez que estos provocan, es decir, un subidón de felicidad inmediato que, posteriormente, se traducirá en una caída inmediata de la misma.
Llegó un momento en el que el Rey no era capaz de cumplir las necesidades básicas, como alimentarse o hidratarse, pues si lo tocaba se convertiría y dejaría de cumplir su función. Su decisión le pasó factura al completo cuando, tras darle un abrazo a su hija, la perdió para siempre.
Tras este final, comprendió que como consecuencia de su soberbia se arrepentiría el resto de la escasa vida que le restaba.
Ante este tipo de situaciones, hay otra visión. Spinoza, un filósofo mundialmente reconocido, dijo: “el que se arrepiente es doblemente miserable”. Esto lo comentó basándonos en lo que él defendía: si alguien piensa que lo que hizo podría no haberlo hecho, es síntoma de la ignorancia e irresponsabilidad. Es decir, piensas previamente que no estaba mal porque no conocías la realidad (consecuencias que tus decisiones puedan conllevar).
Pero, ¿se puede elegir sentirse culpable de los hechos?
En el caso de Edipo, por ejemplo, la culpa le vino impuesta por el destino pues, desde que nació, existía una profecía que determinaba que sería él quien matase y destronase a su padre y quien se enamoraría de su madre.
Ambos progenitores, hicieron cuanto pudieron para que esto no se cumpliese, de forma que arrojaron a Edipo a un río con la intención de que alguien le viese, acogiese y criase. Esto ocurrió tal y como habían planeado, pero hubo un detalle con el que no contaron y les puso contra las cuerdas. Quien le encontró, acusaba al rey de ser injusto, y así educó al niño. Por ello, un día cuando Edipo creció, se enfrentó al monarca. Sin él ser consciente de que se estaba enfrentando, en realidad a su padre, le asesinó. Más tarde, al haber derrotado al rey emérito, contrajo matrimonio con su madre, cumpliendo así su profecía.
Aquí podemos apreciar claramente, cómo por distintos motivos, en este caso la existencia del destino, el castigo no siempre se puede evitar, por lo que no en todos los casos, la culpa es impuesta por voluntad propia. Es decir, no siempre contamos con el sentimiento de culpabilidad por decisiones propias que no se hayan madurado.
Además, podemos apreciar algo similar en el caso de Antígona. Ella tuvo que cargar con el peso de enterrar a su hermano tras su muerte a las afueras de la ciudad por haber cometido un delito. Antígona, no tenía en realidad la culpa de nada de lo ocurrido, y sin embargo, tuvo que soportar ella el castigo que conllevarían las acciones de su hermano. Por lo tanto, como he mencionado previamente, no siempre es opcional decidir cargar con la culpa o con el castigo que ésta provoca.
Una vez reconocida la culpa, habiéndose escogido o no, hay dos formas de afrontar el arrepentimiento:
La primera, que es la que suele ocurrir en el mundo cristiano, consiste en reconocerlo. Se defiende que el hombre es libre y que por ello puede sentirse culpable. Es cierto, que es necesaria la existencia de un propósito de enmienda, pero mientras éste esté presente, está completamente permitido pensar o decir: “podría no haberlo hecho”, o “podría haberlo hecho de otra forma”.
La segunda opción consiste en defender que todos nuestros actos están necesariamente determinados, por lo que cuando alguien hace algo mal, es porque no podría haberlo hecho de otra forma. Por eso se defiende que, de ser así, no tendría sentido pensar en lo que “podría haber cambiado” y lo que se debería de hacer es, tan solo, mejorar y aprender para el resto de situaciones en las que se tenga que lidiar de nuevo con un problema similar.
En el primer caso, se defiende la redención, entendiendo redención como “acto o acción que repara el daño cometido por quien es culpable”. En el cristianismo, es Jesús la figura mediante la que Dios permite a los hombres redimirse de sus pecados. En cambio, en el segundo caso, es el héroe aquel que puede sentirse culpable, y quiere reparar el daño o quién es capaz de sacrificarse por el resto.
Como resumen, podemos sacar tres conclusiones claras:
Según Spinoza, quien se siente culpable y se arrepiente, es un ignorante y un irresponsable ya que no ha valorado previamente las consecuencias que podrían conllevar sus decisiones, fruto de los deseos no controlados o la soberbia.
En el caso del cristianismo, se defiende que cualquiera tiene derecho a equivocarse, siempre y cuando se sepa reconocer y haya una intención de contar con un propósito de enmienda para que en la siguiente ocasión, no se repita este comportamiento y no termine reflejándose en un sentimiento de culpabilidad.
Por último, hay una tercera corriente que dice que sí cuando alguien hace las cosas mal, es porque no podría haberlo hecho de otra forma, no tiene ningún sentido y mucho menos utilidad, pensar en las otras posibles situaciones donde eso no habría ocurrido.
BIBLIOGRAFÍA:
● Sófocles, “La tragedia de Antígona” Editorial Gredos, Madrid, 2011.
● Spinoza “Ética”, Tecnos, Madrid, 2007.
● Nietzsche, “Nacimiento de la tragedia”, Alianza, Editorial, Madrid, 1999.
● José Sánchez Tortosa, Clases de filosofía de 4º de la eso C.E.M. Hipatia, FUHEM, curso 24-25.
¿Tenemos derecho a morir?
Martín N. Litwin Escriña
Hace un tiempo estuve hablando con una amiga por teléfono. Fue una conversación muy interesante en la que empezaron a salir cada vez temas más profundos. No recuerdo cómo llegamos hasta ese punto, pero recuerdo el malestar que me provocó cuando hizo la siguiente afirmación: “uno es libre de hacer lo que quiera con su vida mientras no afecte a los demás incluyendo suicidarse”.
Hoy vengo a plantear la pregunta ¿tenemos derecho a morir? Por medio de la filosofía y el razonamiento iré intentando acercarme la respuesta de la manera más clara posible.
Primero de todo hay que definir los conceptos clave de la pregunta: muerte y derecho. Empecemos con la primera.
La muerte es lo contrario a la vida. Epicuro afirmaba que somos inmortales. Esto se debe a que el “Yo” está necesariamente vivo, y al ser la muerte la ausencia de vida o sensaciones, “Yo” nunca va a experimentar la muerte. Esto implica que al individuo solo le afecta la amenaza de la muerte, no la muerte en sí. Sin embargo, la muerte sí afecta a los conocidos del individuo, concepto del que hablaré más adelante.
Sabido esto toca definir derecho. En los diccionarios hay distintas definiciones:
  1. Posibilidad que puede ser exigida por cualquier persona que es justa y está establecida por la ley.
  1. Cierto o verdadero, justo o razonable.
  1. Esfera en la que se determina lo debido y lo indebido en los actos y situaciones humanas que afectan a los intereses de los otros.

Todas estas definiciones comparten el aspecto de la justicia. Esto lleva a concluir que un derecho es algo justo. Lo cual lleva a la siguiente pregunta: ¿Es justo el suicidio? Para responder hay que definir justicia.
  1. Manera correcta de actuar según la ley o la razón.
  1. Cualidad de lo justo; aplicado a situaciones en las que cada individuo obtiene lo que merece.

Recapitulando, para responder a la pregunta ¿Tenemos derecho a morir? hay que definir muerte y derecho. La muerte no afecta directamente al individuo, solo la amenaza de esta. Y una vez sucedida, a las personas a su alrededor. Un derecho es algo justo y razonable cuyo cumplimiento puede ser exigido por cualquier persona, y algo justo se refiere a cuando todos obtienen lo que merecen. Este último concepto es la clave de la mayoría de casos. Si una persona quiere dejar la vida -sea por el motivo que sea- puede estar ignorando lo que merecen sus seres queridos, así que en cierto sentido suicidarse sería una injusticia o un acto inmoral. Por el contrario, una persona muy deteriorada que sabe que va a morir -pongamos el ejemplo de un cáncer terminal- que apenas pueda ver a sus seres queridos seguramente actúe acorde con lo que merecen los demás al tomar la decisión de dejar la vida.
Dicho esto y dadas las definiciones de los conceptos clave podemos concluir que esta pregunta se responde más con un depende que con un o un no.
Aquí surgen varias preguntas sobre la moralidad de cada caso en particular, pero teniendo las bases responder a esas preguntas se hacen menos difícil. Por dar algunos ejemplos me gustaría nombrar algunos casos muy interesantes.
Primero, tenemos el caso de un hombre que la a la edad aproximada de cincuenta años, siendo padre, decidió su eutanasia. El término eutanasia fue usado por primera vez por Plutarco y significa literalmente la buena muerte. Pues este hombre decidió su buena muerte ya que padecía una extraña enfermedad que le volvía muy propenso a quedarse en estado vegetativo. Por ello, y para ahorrarles posibles dificultades a su familia, decidió su propia muerte.
Este caso cumple todos los criterios mencionados anteriormente por lo que podría decirse que este hombre tenía derecho a morir o actuó de forma ética.
Por el contrario, tenemos el caso de un intelectual de 90 años: Daniel Kahneman. El Premio Nobel de economía decidió terminar su vida en una clínica suiza especializada en la eutanasia. El hombre no padecía ningún problema de salud grave pero temía que las cosas empeoraran. En sus palabras, lo hizo por una cuestión de miedo y principios. Por ello, se podría decir que en cierto sentido actuó de forma egoísta ignorando lo que merecían sus seres queridos siempre y cuando hablemos con las definiciones anteriores.
Sin embargo, antes de concluir hay que hablar del aspecto que no he considerado sobre el suicidio. Salvo algunos casos aislados, la mayoría de gente que decide dejar la vida es debido a un gran sufrimiento -ya sea físico o mental-. La pregunta que surge aquí es la siguiente: ¿Hasta qué punto tenemos que aguantar el dolor por los demás? ¿Sería moral obligar a alguien que sufre a seguir sufriendo? Esta pregunta complica mucho el asunto ya que si decimos que para que algo sea justo moral tiene que cumplir lo que todos merecen y la persona no merece seguir sufriendo encontramos un dilema. Seguir sufriendo no sería justo pero abandonar a tus seres queridos tampoco. Es en este punto donde las cosas se complican en demasía. Por no sacar conclusiones precipitadas, podría decir que no tengo dudas de que en algunos casos tenemos derecho a morir, pero que cada caso es un mundo completamente distinto donde se afrontan diferentes dilemas éticos que, normalmente, no tienen una respuesta clara.
Bibliografía:
  • José Sánchez Tortosa, Clase de filosofía (Diciembre de 2025) La inmortalidad según Epicuro.
  • Moliner, M. (1990) Diccionario de uso del español. Editorial Gredos, Madrid.
¿Es posible redimirse?
Daniel Padilla
¿Qué significa redimirse? ¿Puede una persona verdaderamente perdonarse a sí misma? ¿Y qué implica ser “una buena persona”? A través de la historia, pensadores de distintas tradiciones han intentado responderlas, cada uno desde su perspectiva. En este trabajo abordaremos estas cuestiones, con referencias a autores como Friedrich Nietzsche, Immanuel Kant, Hannah Arendt y Søren Kierkegaard, buscando entender el lugar del perdón, la redención y la bondad en la vida humana.
Redención proviene del latín redemptio, que implica “recuperar” o “comprar de nuevo”. Tradicionalmente, en contextos religiosos, se entiende como la liberación del alma de la culpa o el pecado. Pero, ¿puede existir una redención "normal”, no atada a la divinidad?
Nietzsche, en La genealogía de la moral, critica duramente la idea cristiana de redención basada en el sacrificio y la culpa. Para él, esta noción fortalece una moral de esclavos, donde la debilidad es glorificada. Propone, en cambio, una afirmación vitalista: el Übermensch (superhombre) no necesita redención porque se trasciende a sí mismo, asumiendo incluso sus errores sin remordimiento. Pero esta visión plantea una dificultad: ¿puede alguien alcanzar esa autosuficiencia radical sin caer en la insensibilidad o el egoísmo?
Por otro lado, Hannah Arendt en La condición humana señala que “el perdón es la única reacción que no sólo reacciona sino que actúa de forma nueva e inesperada”, sugiriendo que el acto de perdonar (incluido el perdonarse a uno mismo) es precisamente lo que hace posible la redención en términos humanos. La redención, entonces, no es borrar el pasado, sino transformar la relación con él.
¿Se puede perdonar uno mismo? Y si es así, ¿quién tiene la autoridad para hacerlo? La respuesta parece depender del modo en que concebimos la culpa.
Para Kierkegaard, en La enfermedad mortal, la desesperación es no querer ser uno mismo. El ser humano puede llegar a odiarse por lo que ha hecho o dejado de hacer, y en ese odio perder su sentido de sí. El perdón a uno mismo sería una forma de reconciliación existencial: aceptar ser quien uno es, con la historia que carga. No es olvidar ni excusar, sino habitar la propia identidad sin que esta sea definida solo por el error.
Kant, en cambio, plantea una visión más severa. En su Fundamentación de la metafísica de las costumbres, la moralidad no depende de las consecuencias ni de los sentimientos, sino del deber. Perdonarse a uno mismo, si no hay una enmienda radical del acto moral fallido, puede ser autoengaño. Uno debe juzgarse con el mismo rigor con el que juzgaría a otro. Aquí surge el dilema: ¿no requiere el perdón cierta comprensión compasiva del hecho de que podemos cometer errores?
Tal vez la solución esté en la combinación de ambas posturas: la responsabilidad kantiana y la reconciliación kierkegaardiana. Solo asumiendo plenamente nuestras faltas, pero reconociendo también nuestra capacidad de transformación, puede darse un perdón auténtico.
En la actualidad, la expresión “ser buena persona” es casi un lugar común, pero filosóficamente es un concepto esquivo. ¿Basta con no hacer daño? ¿Es bondad simplemente seguir las reglas?
Aristóteles, en su Ética a Nicómaco, nos ofrece una definición más rica: la buena persona es aquella que desarrolla la areté (excelencia) a través de la práctica de virtudes como la justicia, la templanza y la valentía. No se nace bueno, sino que se llega a serlo por hábito. Pero también insiste en que la virtud exige phronesis (sabiduría práctica), es decir, la capacidad de diferenciar qué es lo correcto en cada situación concreta.
En cambio, Emmanuel Levinas introduce una ética radicalmente distinta en Totalidad e Infinito. Para él, la bondad nace del encuentro con el otro: “La responsabilidad por el otro me constituye como sujeto”. Así, ser una buena persona no es tanto una construcción interna como una respuesta al rostro del otro que me juzga.
Desde esta perspectiva, perdonarse a sí mismo y redimirse no serían fines en sí mismos, sino medios para poder volver a responder éticamente a los demás. Solo quien se ha perdonado puede amar, solo quien ha enfrentado su culpa puede cuidar al otro.
Imaginemos a alguien que ha actuado con crueldad o egoísmo durante años, que ha hecho daño real a otras personas, pero que con el tiempo cambia, busca reparar, transforma su vida y actúa con compasión, justicia y responsabilidad. ¿Es hoy una buena persona? ¿Puede el bien actual compensar el mal del pasado?
Este dilema moral ha sido explorado tanto en filosofía como en literatura. El ejemplo clásico es el de Jean Valjean, protagonista de Los Miserables de Victor Hugo, quien, tras años de sufrimiento y crimen, se redime a través de actos de generosidad y justicia. Pero incluso en su caso, el pasado no desaparece: lo sigue, lo condiciona, lo define parcialmente.
Paul Ricoeur plantea en La memoria, la historia, el olvido que el pasado no se borra, pero puede ser reinterpretado a la luz de los actos posteriores. No se trata de restar
“puntos morales” como si el bien pudiera borrar el mal, sino de preguntarse: ¿quién es esta persona ahora, y cómo se ha hecho responsable de lo que fue?
Hannah Arendt advierte que el perdón verdadero requiere el reconocimiento del daño, no su negación. Solo cuando una persona enfrenta las consecuencias de sus actos pasados —y no solo cambia de vida, sino que asume su historia con honestidad— puede haber redención genuina.
Aquí también entra la idea de la narrativa moral: no somos solo lo que hacemos, sino el relato que construimos de nosotros mismos y cómo lo vivimos. Una vida transformada puede no borrar el daño, pero sí generar nuevos sentidos, nuevas responsabilidades, nuevas formas de ser para otros.
Entonces, ¿es una buena persona alguien que ha hecho mucho daño pero ha cambiado profundamente? Puede serlo. Pero no a pesar de su pasado, sino en relación
con él. La bondad, en estos casos, no es pureza, sino profundidad: la capacidad de haberse enfrentado a la oscuridad y haber elegido otra cosa.
¿La música y la filosofía son compatibles?
Natalia Caro
La relación entre la música y la filosofía es profunda y complicada, ya que las dos disciplinas que se interesan por aspectos fundamentales de la experiencia humana como la belleza, la verdad, el tiempo, el lenguaje, la emoción y la existencia.
¿La música como objeto de reflexión filosófica? Desde la antigüedad, filósofos han reflexionado sobre qué es la música, cuál es su función y qué revela sobre el mundo y el ser humano. por ejemplo: Pitágoras: Veía en la música una manifestación de las proporciones matemáticas del universo. Platón: Consideraba que la música tenía un poder formativo en el alma y la moral . Schopenhauer: pensaba que la música era una manifestación directa de la voluntad, más profunda incluso que las artes visuales.
¿La música como experiencia estética? Muchos filósofos como Kant, Hegel o Nietzsche han abordado la música como una forma de arte que despierta sentimientos y pensamientos sin necesidad de conceptos. La música puede expresar lo inexplicable y abrir dimensiones metafísicas o emocionales.
¿La música como lenguaje filosófico? Para algunos pensadores de la actualidad, como Theodor Adorno, la música (especialmente la moderna) puede ser leída como una crítica social o una expresión filosófica social. En este sentido, la música no solo refleja ideas filosóficas, sino que la encarna.
Filósofos como Martin Heidegger, Hans-georg Gadamer o Meurice Merbau-ponty han influido en la manera en que se piensa la música como experiencia temporal y vivida, más allá de su técnica. La filosofía de la música,esta es una subdisciplina filosófica moderna que analiza temas como: ¿Qué es una obra musical? ¿Puede la música ser significado o verdad? ¿Cómo se relaciona la música con las emociones?
Una corriente filosófica muy relevante en su relación con la música es el Romanticismo filosófico, especialmente en el contexto alemán de finales del siglo XIII y principios XIX. Esta corriente no solo valoró la música profundamente, sino que consideró la forma artística más elevada por su capacidad de expresar lo inefable, lo sublime y lo espiritual.
Romanticismo filosófico y música
  1. Friedrich Scholeyel y Novalis: Los primeros románticos veían el arte como un lenguaje del alma, más cercano a lo divino que cualquier otra forma de expresión humana.
  1. Arthur Schopenhauer: Fue uno de los pensadores que más racionalmente exaltó la música. En “El mundo no como voluntad y representación” dijo que “La música no es copia del fenómeno, sino una copia directa de la voluntad misma”. Es decir, mientras otras artes representan el mundo sensible como la literatura o la pintura, la música expresa directamente la esencia del mundo, esa fuerza ciega e irracional que él llama voluntad. 3.Richard Wagner: Aunque es más conocido como compositor, Wagner desarrolló una filosofía del arte influenciada por Schopenhauer y por las ideas románticas. Él consideraba que la música tenía un poder redentor y que debía integrarse en el teatro y la poesía para formar lo que llamó “El arte total” (Gesamtkunstwerk).
La música es como un portal que te transmite a otro mundo muy lejos de la realidad, hay canciones que nos transmiten cosas como recuerdos o te pueden recordar a personas una canción de amor a tu pareja o la persona por la que sientes algo pero ¿qué hay más allá de esas letras? detrás de esas letras hay pasión, lágrimas, emociones. Estoy segura de que muchos utilizamos la música como vía de escape cuando estamos tristes o incluso felices o cuando necesitamos motivación o simplemente queremos evadirnos un rato de nuestros problemas. Yo por ejemplo cuando me siento mal ya puede ser triste, enfadada, decepcionada o deprimida toco el piano como escape para poder expresarme ya que hay es bueno expresar lo que sientes pero no esta esa persona especial que tenemos todos es nuestras vidas que nos ayudan a sentirnos mejor o que nos hacen la vida más fácil por eso cuando estamos en esas situaciones en las cuales nos sentimos mal la mayoría de las veces no nos salen las palabra y pues si no tocas algún instrumento o es trade escuchas música para sentirte mejor ya que la música la mayoría de las veces te llega al alma te ayuda a pensar a tranquilizarte la música hace que expreses lo inexpresable.
El yo y el otro: la presencia y la ausencia
Paula Posse
El yo y el otro: la presencia y ausencia.
INTRODUCCIÓN:
A lo largo del tiempo, en el pensamiento filosófico, la pregunta por el yo ha sido constante. Puede ser únicamente el reconocerse cómo existente o estar obligatoriamente ligado al cuerpo, siendo este el continente material y el alma, el yo. Ciertas corrientes proponen la individualidad del yo, el cual no depende del otro o su eternidad con unas características inamovibles. También ha estado ligada a la presencia del otro. Pues la identidad personal (si es que evoluciona) no se construye en el vacío, según ciertas definiciones del yo, sino que crece en relación con aquello que confronta, interpela o transforma: la otredad, lo externo. El otro no es solo quien no soy yo, necesariamente es también quien moldea al yo. Sin el otro, el yo corre el riesgo de debilitarse en una soledad no elegida o de encerrarse en sí mismo sin posibilidad de evolucionar. Este texto explora cómo ambos se complementan, cómo las relaciones humanas marcan el futuro del sujeto, y el papel de la soledad (ambas como libertad y aislamiento) en la construcción de identidad. Para ello, nos apoyaremos únicamente en autores y corrientes presentes en la bibliografía, desde el existencialismo y el estoicismo hasta la filosofía contemporánea.
YO Y EL OTRO:
El yo filosófico no es una entidad fija ni totalmente autónoma. Lejos de la idea cartesiana de un yo aislado que piensa por sí mismo, muchas corrientes coinciden en que la subjetividad (el alma para algunos) se construye en relaciones. Como afirma la filosofía de Levinas, el otro “no es un objeto de conocimiento ni un espejo del yo, sino una alteridad radical que interpela éticamente al sujeto”. Para Levinas, el yo nace en respuesta a la presencia del otro, en una relación ética que da lugar a su responsabilidad, el deber del bien común. Así, el yo no es anterior al otro, el otro lo convoca, lo despierta.
Sartre, desde el existencialismo, profundiza en esta tensión también. En su tesis de El ser y la nada, dice que “el infierno son los otros”, siempre que el otro reduzca al yo a objeto bajo su mirada, limitando su libertad. Aun así, Sartre no niega la necesidad del otro, sólo critica la forma en que esa relación puede alinear (anular) al yo sí resulta en dependencia o juicio absoluto. El otro “es condición de posibilidad para el reconocimiento, pero también fuente de conflicto”. Esta ambivalencia, la necesidad y amenaza, representa la experiencia del yo en sociedad.
La fenomenología, destaca el papel del cuerpo en esta relación. El cuerpo no es solo un objeto encargado de contener al alma, sino el medio en que el yo se muestra y se abre al otro. El otro no es abstracto, se vive en la cercanía, en la vulnerabilidad compartida.
El yo no es único. Puede hablarse del yo íntimo, que reflexiona consigo mismo, del yo social, que se muestra a los demás, y del yo relacional, que nace del encuentro con el otro. Desde las distintas visiones del yo en la psicología, Psp* explica que “la identidad personal es una construcción dinámica, influida por la mirada del otro y por la experiencia subjetiva del presente”. La amistad, el amor y la ayuda mutua entre otras son experiencias que forman ese yo relacional saludable. Sin estos vínculos, la soledad tiende a volverse patológica, al destruirse por completo el soporte en el que se desarrolla la identidad.
SOLEDAD:
La relación entre el yo y el otro puede resultar en distintos tipos de soledad. Se separa la soledad como retiro y la soledad como abandono. Mientras que la primera puede aportar al yo, la segunda lo desintegra. En las sociedades actuales individualistas nos encontramos con una paradoja: nunca hemos estado tan conectados y, aun así, tan solos. La soledad moderna se debe en parte a la pérdida del sentido comunitario y el debilitamiento de los lazos afectivos. La ausencia del otro no es necesariamente física, sino existencial, pues falta el reconocimiento, la escucha, el acompañamiento.
Desde otra perspectiva, los estoicos reivindican la soledad como virtud. Para Séneca “el sabio nunca está solo si se posee a sí mismo”, referido a que la verdadera fortaleza viene del propio sujeto. Aquí, el yo existe no a través del otro, sino con el dominio de sí mismo, en la autosuficiencia. La soledad elegida se transforma en un espacio de conexión con lo esencial (virtud, razón y serenidad), exento del ruido del mundo. Sin embargo, no niega la importancia de los vínculos humanos, lo que busca es equilibrarlo. La compañía del otro no debe ser una necesidad que anule tu autonomía
La ausencia de vínculos deja marcas en el yo y “la soledad nos confronta con nosotros mismos y nos obliga a hacernos cargo de quienes somos” según el existencialismo. En ese sentido, la soledad no es solo un vacío, sino una posibilidad de autenticidad y autoconocimiento. Pero solo cuando es elegida y no impuesta.
CONCLUSIÓN:
En conclusión, el yo y el otro son dos separados que se necesitan mutuamente para existir. El otro da profundidad al yo, mientras que el yo encuentra en el otro fragilidad. La soledad, cuando es buscada con conciencia, puede enriquecer esta relación, pero cuando se convierte en ausencia del otro, puede disolver al yo o volverlo narcisista. La identidad no es cerrada e inamovible, es un tejido de relaciones y experiencias. Como propone la filosofía de la alteridad, solo en la apertura absoluta al otro podemos ser plenamente.
BIBLIOGRAFÍA:
Oscar Navarro (2025, 27 de enero). Ser persona. Filosofía en red..
El “yo” en la Psicología y en la Filosofía. *Psicología de la Presencialidad.
Mª Carolina Moreno (2019, 10 de enero) La contemplación del yo: un análisis desde la individuación. Revista de la universidad de La Salle.
Maximiliano Basilio Cladakis (2013, 30 de abril). Sartre: El Otro como referente en la constitución de mi objetividad. Universidad del Aconcagua.
Simon L. Frank. Yo y Nosotros. IAPE.
Alejandro Heredia (2013, 12 de diciembre) La filosofía del «otro» y sus conflictos existenciales. Ciencia UANL.
Juan Faustino Domínguez Reyes (2018) La soledad humana. Ensayos de filosofía.
Ruben Avila (2013, 11 de octubre) Soledad y existencia. La guía de Filosofía.
¿Nacemos sabios o nos hacemos? Laura Aguado
Todos en nuestra vida vamos aprendiendo poco a poco, no sólo hablo de la escuela y los estudios, sino de cuando somos muy pequeños y aprendemos lo que para nosotros ahora es lógico, vamos, lo necesario para vivir y principal de cualquier ser humano. Y después, ya vamos enfocando más nuestro aprendizaje y gustos que es lo que nos va diferenciando de cada uno, además cada día seguimos aprendiendo más. Siempre hay algo nuevo que aprender cada día.
Igualmente hay gente que aún no reconoce bien si aprendemos naturalmente o sólo estamos aprendiendo en el método convencional. De ahí algunos filósofos han querido dar su opinión y yo voy a comentaros dos; San Agustín y Rousseau.
Primeramente, voy a mencionar lo que nos comenta San Agustín en “El maestro”. Él defiende que el verdadero aprendizaje no viene de la mera trasmisión de signos(palabras), sino de la iluminación interior que proviene de la verdad misma.
El maestro actúa como un vehículo que guía a los estudiantes hacia esa verdad interior, pero no puede imbuirla directamente.
Y todo lo que dice es muy interesante y cierto a la vez. ¿Nunca habéis escuchado algún comentario de un profesor parecido? Sobre todo, cuando nos dicen que si queremos aprender lo haremos, de otra manera por muy bueno que sea el profesor no aprenderemos de ninguna forma.
Un maestro no te lleva al aprendizaje y ya está, el que aprende eres tú, obviamente con su ayuda él te guía, pero el que aprende eres tu mismo. De hecho, San Agustín dice que todo lo que “aprendemos” en verdad ya está en nosotros, nuestra verdad interior, sólo que el maestro te ayuda a descubrirlo.
Y te preguntarás, ¿por qué piensa eso? Bueno, él parte de la idea de que la verdad es eterna e inmutable, y como tal no puede venir del mundo sensible, solo puede conocerse mediante una iluminación interior, es decir, la luz de Dios en el alma, que nos permite ver la verdad con claridad. Por eso, el verdadero maestro no te enseña desde fuera, sino que ayuda al alumno a volver su mirada hacia dentro, donde Dios, como Verdad absoluta, ya habita.
¿En qué se basa? Agustín toma de Platón la idea de que el alma ya conoce las verdades eternas y que aprender es recordar lo que el alma ya sabe desde antes de estar ehn el cuerpo. Además, Él también cristianiza la idea diciendo que Dios es la Verdad y que él esta presente en el alma humana. Así cuando el alma busca la verdad, está buscando a Dios dentro de sí. Esto último lo saca del cristianismo. De hecho, Agustín critica que los maestros no trasmiten conocimiento, solo sirven de guía para que el alumno mire hacia dentro, a su propia razón iluminada por Dios.
Por el otro lado, tengo lo que defiende Rosseau en “Emilio”.
Es una obra sobre la educación de un niño llamado Emilio, desde su infancia hasta su juventud. Rosseau argumenta que la educación natural, basada en las necesidades e intereses del niño es la más efectiva para que se desarrolle como un individuo completo y feliz. La obra critica a la educación tradicional, que considera que corrompe con la naturaleza humana del niño.
Rosseau cree que la educación debe ser natural, siguiendo las necesidades del niño y permitiéndole desarrollarse de forma libre.
El objetivo final de la educación, según él, es preparar al niño para vivir una vida feliz y plena en la sociedad.
Tal como yo lo entiendo tiene su parte de razón y sentido, ¿no crees?
Para explicarlo mejor, lo que Rosseau defiende es respetar el desarrollo natural del niño en cada estapa, no forzarlo a aprender cosas que no puede comprender aún, quiere que se permite que el aprendizaje surja de la experiencia directa y no solo de libros o discursos. Rosseau no está en contra del conocimiento ni propone acabar con la enseñanza institucional, pero sí propone revolucionar el enfoque educativo. Él está en contra de imponerlo artificialmente sin que el niño está listo o interesado.
Después de todo lo que acabo de comentar, viene mi conclusión personal. Los dos tienen su parte de razón y estoy de acuerdo, pero para mí lo juntaría. Estoy a favor con Rosseau pero hasta un punto, me parece que en cuanto a educación institucional si que hay que obligar, aunque no estés interesado, porque de ese modo casi nadie estaría preparado bien o lo estarían ya muy tarde a comparación de ahora. Sobre San Agustín, entiendo lo que dice y en parte le doy la razón por experiencias, que, seguro que alguna podéis encontrar que coincida, sólo que yo no hablo de que nos guíen a nuestro interior hacia Dios ya que no creo, pero puede que en verdad sí que sepamos más de lo que en verdad creemos sólo que no nos damos la oportunidad de querer saberlo y nos tienen que guiar los profesores. Así que a la pregunta del título mi respuesta es: En parte nacemos sabios, pero no del todo, nacemos con conocimientos, pero sabios nos vamos haciendo al paso del tiempo.
Muchos más filósofos hablan sobre esto, pero he decidido que Rousseau y San Agustín iban perfectos para este tema.
Yo creo que lo he conseguido explicar bien para que lo entiendas y de ahí tú pienses y saques tu propia conclusión. Una vez más usando lo que piensa San Agustín.
El eco de lo inevitable: desenmascarando a la muerte Daniel Stan
La muerte ha sido, desde tiempos inmemorables, una sombra persistente en la conciencia humana. Nos acecha en cada esquina de nuestra existencia, recordándonos nuestra finitud y fragilidad ¿Por qué nos aterra tanto? ¿Es el miedo a lo desconocido o la certeza de lo inevitable? La percepción y el temor a la muerte han sido examinados por diferentes corrientes filosóficas, siendo el epicureísmo y el estoicismo dos de las más influyentes en la antigüedad. Mientras que Epicuro enseñaba que la muerte no es nada para nosotros, Séneca, desde el estoicismo, proponía que la contemplación de la muerte es esencial para una vida virtuosa. (ChatGPT- 4.5, consultado el 3/5/2025)
INTRODUCCIÓN: abrir los ojos a lo inevitable.
Imagínate una noche sin sueños, sin dolor ni memoria, un abismo donde ya no se encuentra el “yo”. La muerte no duele, no se siente, no tiene rostro y, sin embargo, nos atraviesa toda la vida entera. Nos obsesiona más que la vida misma. Le tememos incluso cuando no la comprendemos y, ese temor, es a su vez el motivo de nuestra angustia y la consecuencia de muchas de nuestras decisiones.
Ya en la antigüedad, este miedo era materia de reflexión. Epicuro, filósofo griego del siglo IV a. c., sostenía una de las ideas más liberadoras y revolucionarias que se habían dicho hasta entonces: “La muerte no es nada para nosotros”. Para él, la muerte es la ausencia de sensación y, como sólo sentimos placer o dolor si somos conscientes, donde no hay conciencia, no hay nada que temer. ¿Cómo puede ser terrible algo que jamás se experimenta?
(Encyclopaedia Herder, consultado el 4/5/2025)
  1. EPICURO: carta a Meneceo
El hedonismo de Epicuro, lejos de buscar placeres exagerados, busca la tranquilidad del alma que viene de comprender bien las cosas (ataraxia). La muerte para Epicuro no es un evento, sino un no-evento. En su famosa carta a Meneceo escribe: “Acostúmbrate a pensar que la muerte no es nada para nosotros, ya que todo bien y todo mal reside en la sensación, y la muerte es la privación de sensación”. Esta carta nos deja unas reflexiones filosóficas bastante devastadoras: lo que tememos no es morir, sino el dejar de vivir. Tememos no ver más a los que amamos, no escribir ese libro, no sentir el verano una vez más. Pero todos esos miedos están relacionados con la vida, no con la muerte. (Encyclopaedia Herder, consultado el 4/5/2025) (Epicuro, Carta a Meneceo)
2. SÉNECA Y EL ESTOICISMO: morir cada día.
Frente al hedonismo liberador de Epicuro, los estoicos, entre ellos, Séneca, proponían otra vía: no huir de la muerte, sino de domesticarla. No negarla, sino vivir con ella como quien convive con el fuego. En su carta 24 a Lucilio, Séneca aconseja: “Haz esto todos los días: la muerte está dando vueltas a tu alrededor. En el acto de vivir estás muriendo”. Para los estoicos, el miedo a la muerte proviene de estar demasiado agarrados a cosas que no podemos controlar. Nuestra vida, nuestras posesiones, incluso nuestras emociones, son frágiles y efímeras. Séneca, que vivió bajo la amenaza constante de Nerón, entendía que el único dominio verdadero es el dominio de uno mismo. Así, la sabiduría consiste en morir antes de morir: en entrenarse diariamente en la renuncia. Donde Epicuro disuelve la muerte con el pensamiento, quitándole todo poder, Séneca la acoge con serenidad, como parte esencial del destino humano. Para Epicuro, la clave está en comprender que la muerte no nos afecta, porque no la vivimos; por eso, no hay razón para temerla. En cambio, para Séneca, la muerte es algo que debemos mirar de frente y asumir con dignidad, pues solo así podemos vivir plenamente. Uno alcanza la paz eliminando el miedo con la razón; el otro, cultivando la fortaleza ante lo inevitable. (Séneca, Cartas a Lucilio) (Encyclopaedia Herder, consultado el 5/5/2025)
3. ¿POR QUÉ NOS ATERRA LA MUERTE?
¿Por qué, entonces, seguimos temiéndola? Porque la muerte, como escribió Martín Heidegger siglos después, es la posibilidad más propia, más segura y más indefinida del ser. Es el horizonte, el único punto final que da sentido a todo lo demás. Somos seres para la muerte, dice Heidegger, y esa conciencia nos lanza a una vida auténtica… o a una vida en la que estamos siempre escapando de nosotros mismos. (Martin Heidegger, La Fonda Filosófica) En el fondo, lo que más miedo nos da no es morir, sino el vacío de no-ser (dejar de existir por completo). Y peor aún, el olvido. El no haber dejado huella. El no haber sido suficiente. La muerte revela la gran mentira que intentamos ocultar con nuestro narcisismo: que el mundo no nos necesita para seguir existiendo. Una anécdota atribuida a Epicuro dice que, en sus últimos momentos de vida, rodeado por dolores físicos, escribió con alegría a un amigo: “A pesar del dolor, mi alma está llena de alegría al recordar nuestras conversaciones filosóficas”. En contraste, Séneca, obligado a suicidarse, se abrió las venas con dignidad, dictando sus últimas reflexiones hasta el final, como si muriera ensayando una obra de teatro. Aunque ambos murieron de forma muy diferente, ambos murieron como vivieron. (Héctor Hernández Álvarez, Edith) (Mariano Nava Contreras, Provadinci)
4. EPICÚREOS VS ESTOICOS
La diferencia entre epicúreos y estoicos no era meramente filosófica, sino existencial. Los primeros buscan eliminar el miedo mediante el conocimiento y la vida tranquila; los segundos, dominarlo mediante la virtud y la voluntad. Epicuro invita a la amistad, al placer contenido, al retiro. Séneca y los estoicos se sumergen en la política, en la ciudad, en el deber. Ambas visiones son necesarias, y quizás complementarias. En un mundo que corre frenético, buscando sólo placer rápido y trabajar sin parar, tal vez tal vez haríamos bien en escuchar a ambos. Morir no debería ser visto como un escándalo, sino comprendido como parte del orden natural de la vida. Aceptar la muerte nos ayuda a vivir con mayor claridad interior, a poner en orden nuestras prioridades y cerrar el ciclo de la existencia con sentido y equilibrio. (Sarah Romero, Historia National Geographic) (WIKIPEDIA, CONSULTADO EL 6/5/2025)
5. CIERRE
¿Y si dejáramos de temerle a la muerte? ¿Y si la pensáramos como ese telón que nos recuerda que estamos en escena y no eternamente? “Contempla cada día como una vida eterna”, decía Séneca. Y Epicuro, en otra carta, aseguraba que quien comprende que la muerte no es nada, vive más libre, más ligero, más presente. Tal vez la muerte no sea el final, pero eso no importa. No hay nada más importante que vivir como si la muerte no nos debiera nada, y nosotros tampoco a ella. Ni esperarla, ni huirla, solo mirarla a los ojos y seguir caminando.
BIBLIOGRAFÍA INFORMACIÓN CONSULTADA: de Samos, Epicuro. Carta a Meneceo. siglo III a.C. Editorial, Herder. “Encyclopaedia Herder.” Encyclopaedia Herder, https://encyclopaedia.herdereditorial.com/wiki/P%C3%A1gina_principal. Accessed 4 Mayo 2025. Hernández Álvarez, Héctor. “Edith.” El suicidio en la filosofía estoica de Séneca, https://ethic.es/suicidio-filosofia-estoica-de-seneca? Accessed 30 Mayo 2025. Nava Contreras, Mariano. “Provadinci.” La imperturbabilidad según Epicuro, https://prodavinci.com/ataraxia-la-imperturbabilidad-segun-epicuro/? Accessed 30 Mayo 2025. “OpenAI.” ChatGPT, 2025, https://chatgpt.com/. Accessed 3 Mayo 2025. Romero, Sarah. “Historia National Geographic.” ¿Eres epicúreo o estoico? Estas corrientes antiguas siguen influyendo en la búsqueda de la felicidad, https://historia.nationalgeographic.com.es/a/eres-epicureo-o-estoico-busqueda-felicidad-sigue-estando-de-moda_23364? Accessed 6 Mayo 2025. Séneca, Lucio. Cartas a Lucilio. 64 d.C. “Wikipedia.” Epicureísmo. Accessed 6 Mayo 2025.
La vida en el espacio
Manuel Benito
La vida en el espacio es un tema complicado y ha sido objeto de debate durante muchos años yo sinceramente creo que las respuesta de la vida en el espacio no está fuera sino que se encuentra en la tierra el día que entendamos el porqué de la vida en la Tierra podremos entender si hay vida en el espacio. en la tierra puede haber vida por dos motivos, o son una serie de enormes coincidencias que se apoyan entre sí para mantener la vida, o hay una fuerza similar a la gravedad que lleva a la materia inanimada a formar vida y a que esa vida tenga deseo de sobrevivir. si es la primera y todo es casualidad la probabilidad de que haya vida ahí fuera es más que remota y podríamos descartarla pero si hubiera una fuerza que llevara a la vida se podría haber creado vida los planetas en los que hemos descartado que pueda haber Vida por sus condiciones extremas ya que si la materia tiende a formar vida las condiciones de un planeta no tendrán por qué obstaculizar la vida ya que no tiene que ser vida basada en carbono sino que serían otros tipos de organismos.
Por otra parte tenemos que tener más o menos claro el tamaño del universo ya que pensamos que el Big Bang propulsó el espacio y sigue en expansión pero al teorizar esto se da por hecho que después de la materia propulsada por el Big Bang hay vacío pero también podría haber más espacio que llegó ahí propulsado por otro Big Bang. También hay que descartar que el espacio sea infinito porque una infinidad de planetas conlleva que haya infinitas especies qué significa que hay infinitas probabilidades de que se creara una especie que hubiese destruido el resto del universo ya que aunque sea improbable el hecho de que el universo sea infinito lo haría posible ya que se han generado infinitos escenarios en los que esto pudiera suceder volviéndolo inevitable y dado que seguimos existiendo podemos descartar esa versión aunque no podemos descartar que sea absurdamente grande. también podría dar una circunstancia en la que el universo fuera infinito pero el espacio en el no similar a la estructura de una botella de Klein en este escenario la cuestión de si hay vida en otros planetas se le sume a la cuestión principal sobre si hay alguna fuerza externa que impulsa la vida.
En el supuesto de que existiera vida en el universo se tendría que determinar qué nivel de civilización puede convivir en nuestro universo ya que según la escala de Kardashov existen seis niveles de civilización , tipo 1: una civilización de Tipo 1 es capaz de utilizar toda la energía de su planeta teniendo también acceso a todos sus materias primas, tipo 2: una civilización de Tipo 2 es capaz de controlar toda la energía de la estrella de su sistema solar haciendo uso de una esfera de Dyson que son macro estructuras teóricas que la teoría se construirán alrededor de una estrella para absorber toda su energía siendo una manera de conseguir cantidades extremas de energía y esta tecnología en miniatura es la que se usa en el sol en miniatura de China, en esta civilización también debe poder viajar libremente por su sistema solar, tipo 3: una civilización de Tipo 3 es capaz de controlar toda la energía a escala de su galaxia, tipo 4: una civilización de Tipo 4 es capaz de manipular toda la energía del universo lo de que existir una en nuestra galaxia nuestra estrella estaría en su poder así que podemos descartar esta civilización ,tipo 5: Esa civilización sería capaz de en teoría similar universos por lo que en el caso de que esta civilización existiera podríamos vivir en un universo simulado por ellos y el hecho que no hubiésemos encontrado vida podría ser parte de su experimento y podrían tener varias especies que vivían en un universo creado por ellos esperando a que algún día creen su propio universo y ellos mismos podrían vivir en un universo creado por otra especie de tipo 5 aunque también podríamos vivir en un universo simulado por ellos y que haya más especies que han simulado también dentro de nuestro universo ya que no tendría sentido pensar que han creado un universo solo para una civilización, tipo 6: pasé una civilización de Tipo seis debemos de haber dejado atrás la forma física y sería lo que llamamos un Dios capaz de crear y destruir a su antojo, si esta civilización conviniera en nuestro universo podrían haber tenido contacto cuando se empezó a forjar nuestra civilización para darnos cimientos éticos en los que nos podríamos apoyar.
En conclusión creo que la existencia de vida fuera de nuestro planeta no dependería del tamaño del universo sino que dependería de si la vida posee una fuerza singular que lleva a las especies a sobrevivir ya que organismos tan complejos como los seres vivos no podría ser una casualidad o en el caso de que seamos parte de un universo simulado podríamos contar con que hay más vida y incluso en nuestra galaxia y lo más posible sería que nos acabemos topando con algunos.
Bibliografía:
José Luis Oltra, ”En qué grado de la escala de Kardashov estaría a la humanidad”, Muy interesante 7/2/23.
Las decisiones
Miguel Hernández
Tesis
Las decisiones que tomamos cada día no son solo simples elecciones prácticas. Detrás de cada decisión, incluso la más pequeña, hay algo más profundo: una intención, un valor, una forma de ser. Decidir no es solo optar por una cosa u otra; es también asumir consecuencias, comprometerse con un camino y, en cierto sentido, revelarse a uno mismo.
Somos lo que decidimos. Y también somos lo que dejamos pasar. Muchas veces elegir no se trata de saber lo que queremos, sino de entender por qué lo queremos. Incluso cuando nos equivocamos, la decisión tiene sentido, porque en ella está nuestro deseo, nuestra duda y nuestra forma de ver el mundo.
El valor de decidir
Decidir implica mucho más que pensar racionalmente. Hay un peso moral en cada elección. Desde la ética kantiana, por ejemplo, se dice que debemos actuar como si nuestras decisiones pudieran ser leyes para todos. Esto nos obliga a pensar más allá de nuestro beneficio personal: ¿qué pasaría si todos actuaran como yo?
Eso nos lleva a hacernos cargo de nuestras acciones. No somos víctimas del destino ni de la sociedad; podemos elegir con libertad, y esa libertad es lo que nos hace verdaderamente humanos. Pero la libertad no es fácil: trae consigo la responsabilidad de enfrentar lo que venga, incluso el error.
Decidir nos forma
El filósofo existencialista Sartre decía que “estamos condenados a ser libres”, y tenía razón. No decidir es, en sí mismo, una decisión. No podemos escapar de tener que elegir, aunque queramos. Y eso, aunque asuste, también es una oportunidad. A través de lo que elegimos
—nuestros estudios, nuestras relaciones, nuestras ideas— vamos construyendo quiénes somos.
Nuestra identidad no está escrita de antemano. Se forma en el tiempo, a través de nuestras decisiones. Por eso, cada vez que elegimos, no solo estamos resolviendo un problema: estamos diciendo algo sobre nosotros mismos.
Decisiones en la incertidumbre
La vida no nos da respuestas seguras. Muchas veces tomamos decisiones sin saber si serán las correctas. Sin embargo, eso no debería paralizarnos. A veces hay que elegir sin certezas, confiando en lo que sentimos, pensamos o creemos.
Decidir en medio de la duda es un acto valiente. Es preferible equivocarse por actuar que quedarse con la duda de lo que pudo haber sido. Porque incluso del error se aprende, y en cada caída se puede volver a empezar.
Una experiencia personal
Recuerdo que hace no mucho tuve que tomar una decisión importante: repetir curso o dejar los estudios y empezar a trabajar. Fue un momento complicado, lleno de miedo e incertidumbre. Hablé con mi familia, con amigos, pero sabía que al final la decisión era mía.
Elegí seguir estudiando. No fue fácil, pero fue lo mejor. Sentí que había recuperado algo de mí mismo. Entendí que decidir es crecer, y que no siempre hay que tener todo claro para dar un paso hacia adelante.
Conclusión
Este trabajo me hizo pensar en algo que antes no veía con tanta claridad: cada elección que hacemos dice algo de nosotros. No solo sobre lo que queremos, sino sobre lo que somos y en quién nos queremos convertir.
En lo personal, creo que nuestras decisiones también nos acercan a algo más grande. En mi caso, creo que Dios nos da libertad para elegir, pero también la guía para hacerlo con el corazón. Porque al final, somos dueños de nuestro camino, y cada decisión es un paso hacia el futuro que estamos construyendo.
Bibliografía
  • Kant, Immanuel. Fundamentación de la metafísica de las costumbres.
  • Sartre, Jean-Paul. El existencialismo es un humanismo.
  • Aristóteles. Ética a Nicómaco.
Antijudaísmo: Historia de un prejuicio
Alejandra Santafosta
El antisemitismo es el odio o rechazo hacia los judíos. Esta forma de discriminación ha existido a lo largo de la historia, manifestándose de diversas formas y evolucionando con el tiempo. Desde la Edad Media, los judíos fueron perseguidos y marginados por motivos religiosos. Se les acusaba de haber asesinado a Jesucristo, lo que justificaba su exclusión social y la violencia contra ellos. Durante siglos, se les culpó de todo tipo de males, como la peste negra, y se les forzó a vivir en guetos, apartados del resto de la población.
A lo largo de la historia, el antisemitismo fue adoptando otras formas. En el siglo XIX, surgió un antisemitismo de carácter social y político, donde los judíos eran vistos como una amenaza para la nación. Se les acusaba de controlar la economía y los medios de comunicación, y se les retrataba como una élite que conspiraba contra el resto de la población. Esta forma de antisemitismo no se centraba únicamente en la religión, sino en su supuesta incapacidad de integrarse en la sociedad.
A finales del siglo XIX y principios del XX, apareció el antisemitismo racial, que afirmaba que los judíos eran inferiores por naturaleza. Esta ideología, basada en teorías pseudocientíficas, sostenía que los judíos eran una raza distinta, con características biológicas inalterables. A diferencia del antisemitismo religioso, que permitía la conversión como forma de integración, el antisemitismo racial consideraba que ser judío era una condición irreversible, determinada por la sangre.
El ascenso del nazismo en Alemania a partir de 1933 llevó estas ideas al extremo. Bajo el régimen de Adolf Hitler, el antisemitismo se convirtió en política de Estado. Se promulgaron leyes como las Leyes de Núremberg, que excluían a los judíos de la ciudadanía alemana y prohibían los matrimonios mixtos. La propaganda nazi fomentó una imagen deshumanizada de los judíos, presentándolos como enemigos del pueblo alemán y causantes de todos los males del país.
Esta persecución culminó en la llamada "Solución Final", un plan sistemático para exterminar a todos los judíos de Europa. Se construyeron campos de concentración y exterminio, como Auschwitz, donde millones de personas fueron asesinadas, muchas en cámaras de gas. Se calcula que alrededor de seis millones de judíos fueron asesinados durante el Holocausto.
Es importante reflexionar sobre cómo fue posible que un crimen de tal magnitud ocurriera en una sociedad considerada avanzada. Filósofos como Hannah Arendt han analizado la participación de individuos aparentemente normales en estos crímenes. Arendt introdujo el concepto de "la banalidad del mal", que describe cómo personas comunes pueden cometer atrocidades simplemente por seguir órdenes o cumplir con su deber. Esta idea invita a cuestionar la responsabilidad individual en contextos de opresión y violencia.
Además del papel de los líderes nazis, es fundamental considerar el colaboracionismo de parte de la población. Muchas personas participaron activamente o permitieron pasivamente el desarrollo del genocidio. El silencio, la indiferencia o el miedo contribuyeron a la ejecución del Holocausto. Como dijo Adorno, "después de Auschwitz escribir poesía es casi un acto de barbarie". Esta frase refleja la necesidad de repensar los valores de nuestra civilización tras una tragedia como esta.
Alejandra Santafosta M. a 30 de abril de 2025
BIBLIOGRAFÍA:
  • Enciclopedia del Holocausto, Museo Memorial del Holocausto de los Estados Unidos (USHMM)
  • Libro de Historia 4º de ESO, Editorial Vicens Vives
  • Los orígenes del totalitarismo, Hannah Arendt
  • National Geographic. “El antisemitismo: historia de un odio antiguo”. National Geographic Historia, consultado el 14 de abril de 2025
  • Arendt, Hannah. Eichmann en Jerusalén: Un estudio sobre la banalidad del mal. Editorial Lumen, 2003.
  • Yad Vashem. ¿Qué es el antisemitismo?, web consultada el 14 de abril de 2025
Qué son los sentimientos, según Freud y Lacan
Youssef Benserghine
Todos sentimos cosas (alegría, tristeza, miedo, amor) a veces sabemos por qué las tenemos , y otras veces no tenemos ni idea del por que nos sentimos así ¿De dónde vienen esos sentimientos? ¿Por qué sentimos cosas que no sabemos de dónde salen ? Hace mucho tiempo Freud y Lacan pensaron mucho sobre esto. Ellos cambiaron la forma en que vemos nuestras emociones y las razones de esas sensaciones que nos vienen de golpe sin saber el porque (El yo EL superyo o El ello).
  1. Freud: los sentimientos vienen de muy adentro
Antes de Freud, muchos creían que los sentimientos eran sólo reacciones del cuerpo. Por ejemplo, si te asustabas, era porque tu corazón latía rápido y tu cuerpo temblaba. Así lo pensaban filósofos como Descartes y Hume. Freud aceptó parte de eso, pero fue más allá. Para él, los sentimientos no son sólo reacciones del cuerpo. También tienen que ver con una parte muy profunda de nosotros que no vemos(el Ello) El Ello es como una caja secreta dentro de nuestra mente. Ahí viven nuestras ganas, nuestros impulsos, todo lo que queremos pero no siempre podemos hacer. Desde que somos bebés, sentimos deseos, sobre todo de amor y placer, y algunos de esos deseos se quedan escondidos en nuestro interior. Cuando no podemos cumplirlos, esa energía sale de otras formas: a veces lloramos, reímos o nos enojamos. Eso es lo que Freud llama emoción: una mezcla entre el cuerpo que actúa y lo que sentimos por dentro. Por ejemplo, si estás muy enojado porque no te dejaron salir, puede que en realidad esa emoción tenga que ver con algo más profundo: con un deseo antiguo, una necesidad que no pudiste expresar.
  1. El Yo y el Super-Yo: nuestros jefes internos
Además del Ello, Freud dice que tenemos dos "jefes" dentro nuestro: el Yo y el Super-Yo. El Yo es como un árbitro que trata de hacer que nuestras ganas encajen con la realidad. Es el que nos dice: "No puedes hacer lo que quieras, tienes que esperar". El Super-Yo es aún más estricto. Es como una voz en nuestra cabeza que aprendimos de nuestros padres y de las reglas sociales. Nos dice qué está bien y qué está mal. Cuando no hacemos lo que se espera de nosotros, el Super-Yo nos hace sentir culpa o vergüenza. Por eso, a veces nuestros sentimientos son como peleas entre lo que queremos hacer y lo que creemos que deberíamos hacer.
  1. Lacan (se enfoca más en el lenguaje y el deseo )
Jacques Lacan fue un psicoanalista que siguió las ideas de Freud, pero también las cambió un poco para Lacan no somos sólo un montón de impulsos. Somos seres que vivimos en el mundo del lenguaje. Desde pequeños aprendemos a hablar y a través del lenguaje aprendemos a desear. Es decir no sólo sentimos hambre o amor, sino que también sentimos lo que los demás nos enseñan a sentir. Nuestros padres, amigos y la sociedad nos dicen qué es "bueno" o "malo" querer.
Por eso, nuestros sentimientos no son sólo naturales, están llenos de mensajes que aprendimos, de sueños que no son sólo nuestros, sino de todos los que nos rodean. Por ejemplo, un niño no sólo llora porque tiene hambre: llora porque entiende que, llorando, puede recibir atención. Así, el sentimiento se conecta con el lenguaje y con el deseo de ser querido.
  1. Curiosidades y ejemplos
Una vez, Freud explicó que a veces un simple olor puede hacernos llorar o reír sin saber por qué. Eso pasa porque nos conecta con recuerdos profundos que no recordamos conscientemente.(recuerdos traumáticos ) Lacan, en cambio, decía que la angustia es ese miedo sin razón clara que nunca miente la angustia aparece cuando sentimos que algo falta, algo muy importante para nosotros, aunque no podamos decir exactamente qué es.(porque está muy dentro)
Otra curiosidad: Freud pensaba que la risa también es una forma de liberar tensiones internas. Por eso a veces después de un momento tenso nos reímos de cosas tontas para sentirnos mejor.
  1. Otras ideas sobre los sentimientos
Otros científicos pensaban diferente, William James por ejemplo, decía que primero tenemos la reacción física (como llorar, ruptura…) y después sentimos tristeza. El conductismo, otra corriente, decía que las emociones eran simplemente comportamientos que aprendemos.(si algo nos asusta y escapamos, entonces tenemos miedo) Freud y Lacan, en cambio, creían que los sentimientos son mucho más profundos. No son sólo reflejos ni aprendizajes.( son parte de nuestra historia personal e inconsciente)
Mi conclusión objetiva Freud y Lacan nos enseñan que los sentimientos no son tan simples como parecen. No son sólo reacciones del cuerpo ni respuestas aprendidas. Cada emoción guarda dentro de sí deseos antiguos mensajes que recibimos de otros y conflictos que no siempre entendemos. “Sentir es vivir pero también es una forma de descubrir quiénes somos en realidad”.
Gracias a Freud y Lacan, hoy sabemos que nuestros sentimientos son puertas abiertas hacia nuestro interior y a veces escucharlos es el primer paso para conocernos mejor aunque sean difíciles de entender o de miedo el verlas.(metafóricamente)
Mi conclusión personal
Después de hacer este trabajo entendí que los sentimientos no son tan simples como pensaba.(ya tenía un punto de vista más amplio por la explicaciones que realizamos en clase pero esto me a aumentado el nivel de conocimientos ya que busque yo la información requerida )No solo sentimos por lo que pasa en el momento, sino que dentro llevamos deseos, miedos y recuerdos que a veces ni sabemos que existen. Me gustó ya que yo elegí el tema y a la vez me enseñó mucho sobre que nuestras emociones tienen una historia detrás y que escucharlas puede ayudarnos a entendernos mejor a nosotros mismos y nos ayuda a convivir en sociedad mejor porque también entendemos a los demás, fomenta la empatía.La empatía es entendida como un proceso cognitivo y afectivo que debe estar al mismo nivel que las perspectivas que priorizan la razón o el individualismo. Las emociones a efectos prácticos y sociales son como “guías” sobre nosotros mismos y sobre los demás que nos orientan a lo largo de la vida. Cada vez más se desmiente la separación entre mente y cuerpo, dónde cobran más importancia las emociones. ¿Que guía nuestras decisiones existenciales en el dia a dia?; Parece adecuado profundizar sobre las emociones y sus diferentes vinculaciones con la mente, el cuerpo y la vida.
BIBLIOGRAFÍA
Mi profesora particular me ha ayudado mucho con Lacan y en muchas cosas más.
¿Qué es la belleza? Una mirada desde el arte griego y el barroco
Walae Hrida
Desde siempre, los seres humanos hemos sentido una atracción especial por la belleza. Está en una escultura antigua, en un cuadro lleno de luz y sombra, en una melodía que emociona o incluso en una palabra bien dicha. Pero ¿qué es realmente la belleza? ¿Es algo que podemos medir? ¿Es igual para todos? ¿Ha cambiado a lo largo del tiempo? A través del arte, muchas culturas han intentado responder a estas preguntas. En este texto quiero comparar dos formas muy distintas de entender la belleza, la del arte griego y la del barroco.
El arte griego, especialmente el del siglo V a.C., buscaba representar la belleza a través de la armonía, la proporción y el equilibrio. Las esculturas no mostraban personas reales, sino cuerpos ideales, perfectos, calculados matemáticamente. Un ejemplo es el Doríforo de Policleto, que representa al hombre en su forma más equilibrada. Otro caso es el Discóbolo de Mirón, donde el movimiento se detiene justo en el momento exacto, como si el tiempo se hubiera parado para admirar la forma perfecta. Este ar...
Sin embargo, siglos después, en la Europa del siglo XVII, el arte tomó otro camino. El Barroco nació en un contexto de crisis, guerras y tensiones religiosas. El mundo era más caótico, y eso se refleja en el arte. Ya no se buscaba la perfección ideal, sino la emoción, el movimiento, el impacto. El arte barroco quiere que el espectador sienta algo profundo, incluso si es dolor o asombro. Un ejemplo claro es El éxtasis de Santa Teresa, de Bernini, la escultura parece viva, llena de expresión, con pliegue...
El contraste entre estos dos estilos es evidente. El arte griego habla de control, razón, armonía. El barroco, de pasión, emoción, intensidad. Uno idealiza al ser humano, el otro muestra su fragilidad. Incluso la muerte aparece de forma distinta, en Grecia, era algo natural, sin drama, en el Barroco, es un recordatorio constante de lo breve de la vida. Por eso aparecen calaveras, heridas, con una intención moral y religiosa. Como escribió Quevedo en uno de sus poemas más famosos, “Polvo seré, mas polvo...
Y sin embargo, ambas formas de arte comparten algo profundo, las dos intentan comprender al ser humano a través de la belleza. Una lo hace con equilibrio, la otra, con emoción. Una busca lo eterno, la otra, lo presente. Pero las dos nos tocan, nos hablan, nos enseñan.
La belleza no es una sola ni siempre la misma. Cambia con la época, con la cultura, con las emociones de cada persona. A veces la vemos en la calma de una estatua griega, otras veces, en el dramatismo de un cuadro barroco. Pero en los dos casos, sentimos algo que va más allá de lo que vemos. Sentimos que el arte, de alguna forma, nos refleja.
Porque la belleza no solo se mira, también se piensa, se siente y se vive.
Bibliografía
  • Umberto Eco, Historia de la belleza, Lumen, 2004.
  • E.H. Gombrich, La historia del arte, Debate, 2007.
  • Platón, El Banquete y La República.
  • Francisco de Quevedo, “Polvo seré, mas polvo enamorado”.
  • Bernini, El éxtasis de Santa Teresa (escultura).
  • Caravaggio, La vocación de San Mateo (pintura).
El poder y el expansionismo
Marta Alarcón
El expansionismo a lo largo de la historia, ha tenido mucho protagonismo tanto en la evolución humana como en el la política.
Antes de nada, me gustaría hacer una descripción de estos dos tipos de expansionismo para así poder situarnos mejor:
Comenzaré hablando del espacio ismo en el ser humano, a lo largo de los años, desde el organismo unicelular hasta hasta el imperio más grande han hecho usos del expansionismo, ya sea por necesidad como en el caso de los seres vivos o para crecer en territorio y poder como en el caso del expansionismo político. Ambos comparten la necesidad de sobrevivir, pero en el momento en el que aparece la ambición el ego y la ideología. El expansionismo pasa a convertirse en algo más complejo y peligroso.
Pero entonces, ¿porque el ser humano ha desarrollado esa necesidad de expandirse ? El principal factor es que el poder genera más poder y el hecho de conquistar nuevos territorios nos da ese poder que hace que no quedemos en el olvido, aunque a lo mejor el verdadero problema no es la necesidad de tener poder, sino el hecho de que el ser humano nunca consigue conformarse con lo que tiene y siempre busca tener más pero por el ser humano no se conforma.
Han habido varios filósofos que han salido hablar de este tema, como puede ser Nietzsche filósofo, que habló de la voluntad de poder como motor profundo de la vida humana, para este no es ambición vacía, sino una forma de expresar la vida misma. en cambio Hobbes enfoca el tema desde una visión más cruda, ya que decía que los hombres están en constante guerra y
que el expansionismo es una forma de evitar ser dominado, de tal forma que ataca antes de ser atacado.
Pero para mí la verdadera pregunta en toda esta situación es ¿vale la pena matar por poder?
Al tratar de responder esta pregunta, nos encontramos ante un dilema sobre el valor de la vida humana, la legitimidad, el poder y los fines que justifican los medios.
Hay varios puntos de vista desde los que analizar esta pregunta, los cuales veremos a continuación;
Para empezar, tenemos la ética utilitarista la cual valora las acciones por sus consecuencias, es decir, si una persona comete un asesinato y esta lleva a a un beneficio mayoritario, podría justificarse.
Por otro lado encontramos la éticakantiana esta dice que no se puede usar a un ser humano para un fin como ese, por lo que, por lo tanto, ningún expansionismo debe servir como justificación para una muerte o masacre,
En cambio, el existencialismo pone el foco en la libertad y las responsabilidades individuales, es decir, si alguien decide matar por conseguir poder, está auto definiéndose como alguien que antepone el dominio sobre la vida.
Aunque desde un punto de vista más nihilista, se puede decir que ni la vida ni el poder, tiene valor por ello matar o no sería una cuestión de conveniencia y no de ética.
Pero al fin y al cabo no importa desde qué punto de vista lo enfoques para la sociedad, el expansionismo siempre dejará muchas consecuencias en la vida de las personas como desplazamientos, forzados o debilitamiento de las culturas locales. Por ello, ninguna sociedad debe de ser utilizada como medio para fines de dominación, ya que esto solo perpetúa la desigualdad y la violencia en ellas?
Desenmascarando a la Libertad
Mario Saiz
¿Existe Realmente la Libertad?
La libertad, un concepto tan anhelado como escurridizo, ha sido objeto de reflexión a lo largo de la historia de la filosofía. ¿Es la libertad una realidad tangible o una ilusión condicionada por factores externos e internos? Esta pregunta, lejos de tener una respuesta definitiva, ha sido abordada por diversas escuelas filosóficas y pensadores, cada uno ofreciendo perspectivas que enriquecen el debate. Este artículo explora las ideas de distintos filósofos sobre la libertad, examinando si realmente existe o si es un constructo limitado por la naturaleza humana, la sociedad o el destino.
Filosofía griega
En la filosofía griega, la libertad estaba íntimamente ligada al concepto de autodeterminación. Platón, en su diálogo La República, sugería que la verdadera libertad no consistía en la ausencia de restricciones externas, sino en la armonía interna del alma. Para él, un hombre libre era aquel cuya razón gobernaba sus pasiones y deseos, permitiéndole actuar de acuerdo con la virtud. Sin embargo, esta visión implica una paradoja: ¿es libre alguien cuya libertad depende de un control interno tan riguroso?
Aristóteles, por su parte, abordó la libertad desde la ética. En su Ética a Nicómaco, argumentó que la libertad reside en la capacidad de elegir deliberadamente, pero esta elección está condicionada por el conocimiento y la virtud. Para Aristóteles, un acto libre es aquel que surge de una decisión racional, pero ¿qué sucede cuando el conocimiento está limitado o las circunstancias externas restringen las opciones? La libertad aristotélica parece estar restringida por las condiciones del entorno y la educación.
El Determinismo y la Libertad en la Modernidad
Con la llegada de la modernidad, el debate sobre la libertad se intensificó. Baruch Spinoza, en su Ética, planteó una visión determinista que desafía la noción de libertad absoluta. Para Spinoza, todo en el universo está determinado por una cadena de causas y efectos. La libertad, en su opinión, no consiste en actuar sin restricciones, sino en comprender las necesidades que nos determinan. Un hombre libre, según Spinoza, es aquel que actúa conforme a la razón y acepta las leyes de la naturaleza. Sin embargo, esta perspectiva plantea una pregunta inquietante: si todo está determinado, ¿puede existir realmente la libertad?
En contraste, Jean-Jacques Rousseau, en El contrato social, defendió una concepción de libertad profundamente vinculada a la sociedad. Para Rousseau, el hombre nace libre, pero las cadenas de la sociedad lo esclavizan. Su idea de libertad civil implica someterse a la voluntad general, que representa el interés común. No obstante, esta visión genera tensiones: ¿es realmente libre un individuo que debe subordinar su voluntad personal a la colectiva? La libertad de Rousseau parece más un ideal político que una realidad individual.
La Libertad Existencialista
El existencialismo, surgido en el siglo XX, ofreció una perspectiva radical sobre la libertad. Jean-Paul Sartre, en El ser y la nada y otras obras, argumentó que el hombre está "condenado a ser libre". Para Sartre, la libertad es absoluta porque los seres humanos carecen de una esencia predeterminada; somos nosotros quienes, a través de nuestras elecciones, definimos quiénes somos. Sin embargo, esta libertad conlleva una carga: la angustia de la responsabilidad total. Si cada elección define nuestra existencia, ¿es la libertad una bendición o una prisión?
Por otro lado, Albert Camus, en El mito de Sísifo, planteó una visión más matizada. Aunque aceptaba la libertad existencial, Camus reconoció que el absurdo de la vida —la falta de un propósito inherente— limita nuestra capacidad de encontrar sentido. La libertad, para Camus, consiste en rebelarse contra este absurdo, en vivir plenamente a pesar de la falta de respuestas. Pero, nuevamente, surge la duda: ¿es verdadera libertad aquella que se ejerce en un contexto de absurdo?
La Libertad en el Contexto Social y Político
Hannah Arendt, una de las pensadoras más influyentes del siglo XX, abordó la libertad desde una perspectiva política. En La condición humana, Arendt argumentó que la libertad no es un estado interno, sino una práctica que se manifiesta en el espacio público a través de la acción colectiva. Para Arendt, ser libre implica participar activamente en la comunidad, creando algo nuevo mediante el diálogo y la interacción. Sin embargo, esta concepción depende de la existencia de un espacio público que permita tal acción, algo que no siempre está garantizado. ¿Puede hablarse de libertad en sociedades opresivas donde la acción política está restringida?
¿Libertad o Ilusión?
Tras recorrer estas perspectivas, la pregunta inicial persiste: ¿existe realmente la libertad? Cada filósofo ofrece una respuesta parcial, pero ninguna parece abarcar la complejidad del concepto. Platón y Aristóteles la vinculan a la razón y la virtud, pero estas están limitadas por el conocimiento y las circunstancias. Spinoza sugiere que la libertad es comprensión, pero su determinismo niega la autonomía absoluta. Rousseau y Arendt la sitúan en el ámbito social, pero esta libertad depende de estructuras colectivas que no siempre son justas. Los existencialistas, como Sartre y Camus, celebran la libertad absoluta, pero la cargan con el peso de la responsabilidad y el absurdo.
Quizá la libertad no sea un estado absoluto, sino un proceso, una aspiración que se manifiesta en grados variables según el contexto. La libertad absoluta puede ser una quimera, pero los momentos de elección consciente, de resistencia al determinismo o de acción colectiva sugieren que, aunque limitada, la libertad es posible. Como dijo Isaiah Berlin, existen "libertades negativas" (ausencia de restricciones) y "libertades positivas" (capacidad de autodeterminación),.
En última instancia, la libertad podría no ser una respuesta definitiva, sino una pregunta constante. Cada acto de reflexión, cada elección, cada rebelión contra las limitaciones, es un paso hacia una libertad que, aunque imperfecta, sigue siendo profundamente humana.
La ley de la suerte
Ian González
(Distintos puntos de vista como el de Albert Einstein, los estoicos, Espinosa, Pascal e Ian González).
La suerte es un tema filosófico, natural, o de probabilidad pero Einstein lo plantea con una frase “dios no juega a los dados”, Einstein no creía en el azar ya que con esta frase nos intenta demostrar que estaba expresando su rechazo a la interpretación probabilística de la mecánica cuántica y que el era un físico, especialmente la que proponían Niels Bohr y otros en la llamada interpretación de Copenhague. Demostrando el rechazo que sentía hacia la suerte y que todo era probabilidad.
“¿Existe la aleatoriedad o no?” y esta pregunta va ligada con “¿existe dios o no?”, Dios crea el mundo pero, piensa en cómo hacerlo ordenado, los estoicos se preguntaban “porque los humanos tenían la libertad de elegir?” ya que nuestro cuerpo, nuestras circunstancias externas (enfermedades, pobreza, fama, etc.) no dependen de nosotros y no lo podemos elegir pero sí que podemos elegir nuestras decisiones, nuestras intenciones, nuestra forma de reaccionar a las cosas que suceden.
Espinosa plantea que el azar es un nombre que le damos nosotros a un conjunto de causas que suceden sin el porqué de nosotros sepamos.
Uno de los grandes planteamientos que tiene que ver con la suerte es el planteamiento de pascal en cuanto a la existencia de dios, ya que si al nosotros no creyéramos en dios y el existiese iríamos al infierno y si si creyéramos en él iríamos al cielo, y si no creyéramos o si, y el no existiese no pasaría nada (dios tiene que ver con la suerte porque no tenemos evidencia científica de que existirá)
En un ámbito menos filosófico sobre el azar es:
  1. Naturaleza del azar: Aunque algo parezca "al azar", muchas veces está influido por factores que desconocemos o no podemos medir. Por ejemplo, lanzar un dado parece completamente aleatorio, pero si supiéramos exactamente la fuerza, el ángulo y otros detalles físicos, podríamos predecir el resultado.
  1. Probabilidad: Es la rama de las matemáticas que estudia el azar. Nos permite calcular qué tan probable es que ocurra un evento (como sacar un número en una ruleta o que llueva mañana).
  1. Azar en la vida cotidiana: Lo vemos en cosas como juegos de mesa, apuestas, decisiones que parecen triviales, o incluso en eventos más serios como accidentes o diagnósticos médicos.
  1. Azar en la ciencia: En física cuántica, el azar está en el corazón de cómo funcionan las partículas a nivel subatómico. Y en biología, la evolución tiene componentes aleatorios, como mutaciones genéticas.
Hablando sobre el azar pero en un modo más novedoso y más nuevo Kant habla sobre la libertad moral frente al destino natural que se puede relacionar muy bien junto a la suerte y el azar, Kant piensa que el mundo puede entenderse desde dos perspectivas el mundo tal y como lo percibimos regido por las leyes naturales y la causa, y el mundo en sí mismo más allá de la experiencia sensible donde la sitúa la libertad.
En la naturaleza fenoménica, todo ocurre por necesidad causal. Pero en el ámbito moral, el ser humano actúa por autonomía racional: es capaz de elegir en función del deber, no solo de los impulsos. Así, Kant no recurre al azar para explicar la libertad: la libertad no es azar, sino autolegislación racional.
Bibliografía:
  1. Apuntes de clase de física
  1. Chat gpt, para los filósofos que hablaron de la suerte.(24-4) 3.Googel.
El entorno en una sociedad
Carla Pérez
-Cómo el entorno condiciona la organización de una sociedad.
- Referencias terminológicas: Karl Marx, Levi- Strauss y tabú del incesto.
Desde que empecé a estudiar Filosofía, me he dado cuenta mirando por la ventana, de que el entorno, especialmente el clima, tiene un impacto enorme en cómo vivimos, pensamos y organizamos cómo sociedad. No solo es el clima el que determina si usamos abrigo o no lo usamos, sino que también influye en nuestras costumbres, relaciones y hasta en las reglas que seguimos.
El entorno cómo el clima, la geografía o los recursos naturales influye mucho en cómo se organiza una sociedad, por ejemplo, si viven en un lugar frío, la gente probablemente se organice de forma distinta a otra que vive en el desierto o en otras zonas. Esto afecta en cómo trabajan, cómo se visten, como construyen sus casas ect…
Los Filósofos cómo Karl Marx decían que el entorno influye en cómo producimos cosas cómo por ejemplo, la comida o las herramientas y eso cambia la forma en la que nos relacionamos entre nosotros. O sea, si necesitas trabajar en un grupo para sobrevivir, la sociedad va a ser más cooperativa pero si puedes sobrevivir solo, será más individualista.
Marx también decía que el capitalismo rompe esta relación porque ve a la naturaleza cómo algo que se puede explotar para generar y ganar más dinero, sin embargo sin pensar en las consecuencias que obtendrías hacerlo. Por otra parte Karl Marx habla de cómo el ser humano está conectado a la naturaleza, para él, la naturaleza no es sólo el lugar donde viven los animales y nosotros, sino que es parte de nosotros, de nuestra naturaleza y que cuando dañamos la naturaleza nos estamos dañando a nosotros mismos.
Otro Filósofo y pensador llamado Levi-Strauss estudiaba como algunas reglas cómo el famoso tabú del incesto se cresan según lo que cada sociedad necesita para sobrevivir y mantenerse unida. Levi también explicó como ciertas reglas cómo el tabú del incesto, surgieron para ayudar a las personas a formar alianzas con otras tribus o grupos. Al prohibir las relaciones entre familiares cercanos, las sociedades fomentaron matrimonios entre diferentes familias, lo que ayudaba a crear redes sociales más amplias y fuertes. Esto era especialmente importante en entornos donde la supervivencia dependía de la cooperación entre grupos.
Levi-Strauss estudió muchas culturas y cómo se organizaban, él decía que muchas normas sociales que damos cómo “normales” en verdad nacieron por cosas prácticas relacionas con el entorno, cómo por ejemplo el del tabú del incesto.
El tabú del incesto (la prohibición de tener relaciones sexuales o casarse con familiares cercanos) es una de esas normas que él analizó. Aunque casi todas las culturas tienen alguna versión de esta prohibición, Lévi-Strauss propuso que su origen no era simplemente biológico (como evitar defectos genéticos), sino Social.
Él pensaba que el tabú del incesto surgió porque obligaba a las personas a buscar pareja fuera de su familia directa, lo que ayudaba a:
  • Crear alianzas entre distintos grupos o familias.
  • Reforzar la cooperación social: al casarse con personas de otros grupos, se formaban redes de apoyo más grandes.
  • Organizar la sociedad de manera más compleja y estable.
En conclusión: para Lévi-Strauss, la cultura no es un simple adorno, sino una herramienta creada por los humanos para dar orden, sentido y estabilidad a la vida en sociedad.
Y muchas reglas que hoy consideramos "normales" tienen un origen funcional, aunque con el tiempo se vuelvan costumbre o tradición.
Tanto Karl Marx como Claude Lévi-Strauss coincidieron, desde perspectivas distintas, en que la forma en que una sociedad se organiza está profundamente condicionada por su entorno, ya sea material o simbólico.
Desde la visión de Marx, el entorno material —los recursos disponibles, la tecnología y las condiciones económicas— determina la estructura de la sociedad. Según él, la base económica condiciona la superestructura (la política, la cultura, la moral). Así, las relaciones sociales se organizan para mantener o transformar las formas de producción que surgen del entorno físico y económico.
Por otro lado, Lévi-Strauss plantea que las normas sociales, como el tabú del incesto, nacen de la necesidad de organizar la vida en comunidad. Aunque estas reglas parecen naturales, en realidad responden a necesidades prácticas derivadas del entorno social y cultural: por ejemplo, prohibir el incesto obliga a establecer lazos con otros grupos, lo cual favorece la cooperación y la estabilidad social.
El tabú del incesto es un ejemplo perfecto de cómo una norma aparentemente universal tiene raíces prácticas: ayuda a formar alianzas entre familias y a distribuir el poder, lo que refuerza la estructura social. Esta norma, aunque simbólica, responde a una lógica de adaptación al entorno social —como lo vería Lévi-Strauss—, y también puede verse como parte del sistema de relaciones que sostienen la reproducción de las estructuras económicas —como lo interpretaría Marx.
En resumen, tanto desde la perspectiva materialista de Marx como desde el estructuralismo simbólico de Lévi-Strauss, se puede concluir que el entorno —ya sea físico, económico o cultural— moldea las formas en que una sociedad se organiza, establece sus normas y garantiza su continuidad.
Las paciones y la razón
Candela González
Definición de pasión
Como definición, las pasiones son estados ( mentales) muy poderosos que pueden llegar a dominar la vida mental por la intensidad de sus efectos. Por ello, conviene separar las pasiones en “buenas y malas” donde las relacionadas con el amor son buenas y las relacionadas con el odio son malas. Ya que si nos dejamos guiar por las pasiones, podemos tomar malas decisiones o que nos perjudiquen.
Para la filosofía, la pasión encarna lo opuesto del intelecto, los aspectos internos irracionales del ser humano. De este modo, cabría decir que una pasión es algo, sencillamente, que se padece, y en este orden de cosas, la pasión serían un dolor de muelas como un amor a lo Romeo y Julieta. Pero muy pronto el concepto comenzó a utilizarse para designar, precisamente, esos estados efectivos que provocan una importante alteración del ánimo.
Definición de racionalidad
La racionalidad como definición es la capacidad que permite pensar, evaluar y actuar de acuerdo de ciertos principios de mejores y consistencia, para satisfacer algún objetivo o finalidad.
Tradicionalmente se considera a Rene Descartes (1596-1650) como fundador de esta corriente su cerebro expresión “pienso, luego existo”, conocido el cogito cartesiano, representa cabalmente los postulados metafísica del realismo.
Spinosa “ Una idea falsa no desaparece ante la presencia
de una idea verdadera sino ante una idea más
fuerte”
Spinosa quiere decir que no basta con que una idea sea verdadera para que sustituya a otra en nuestra mente. Por lo que la idea no desaparece por su verdad objetiva, sino por su fuerza, es decir, por su impacto emocional.
¿Qué causa mis decisiones?
Ser racional es escoger, la vista de la información disponible, la acción que mejora asegurar el logro de un objetivo. En principio. La gente suele estar de acuerdo en que no hay contexto en que aplicar la racionalidad sea perjudicial, ni decisión que no se beneficie de haber separado ventajas e inconvenientes, entendiendo las causas, anticipando los efectos y calculando los riesgos.
Por otro lado, en la historia de la filosofía encontramos una larga lista de pensadores racionalistas que han defendido al ser humano como ser racional.
El amor en la actualidad
Rodaina Laakel
Hoy en día se habla mucho del amor. Lo vemos en canciones, películas y redes sociales. Pero, ¿realmente entendemos qué es amar?
En filosofía, esto se llama cuestionar la esencia de las cosas: no repetir lo que se dice, sino reflexionar sobre su verdadero significado.
En este trabajo quiero pensar cómo veo el amor hoy, cómo ha cambiado y qué sigue siendo importante.
Antes, el amor parecía durar más. Mis abuelos, por ejemplo, llevan toda la vida juntos. Hoy, las relaciones van muy rápido: se conocen por internet, se enamoran rápido y también se separan rápido. Esto se relaciona con el concepto de
"modernidad líquida", del filósofo y sociólogo Zygmunt Bauman, quien decía que todo en la sociedad moderna cambia rápido, y eso hace que las relaciones sean frágiles y poco estables.
Muchas personas hoy tienen miedo a comprometerse porque piensan que el amor verdadero puede causar dolor. Prefieren relaciones sin ataduras.
Esto se puede analizar desde el pensamiento del filósofo Jean-Paul Sartre, que hablaba de autenticidad: actuar con libertad, pero también con responsabilidad.
Amar implica arriesgarse, y eso da miedo.
Las redes sociales han cambiado la forma de vivir el amor. A veces parece más importante mostrar felicidad que ser feliz de verdad.
Esto nos lleva a un concepto clásico de la filosofía: la diferencia entre apariencia y esencia. Lo que se muestra no siempre es lo que se siente.
Bauman decía que hoy tratamos el amor como algo rápido y desechable, igual que todo en nuestra sociedad.
Pero eso no significa que el amor verdadero haya desaparecido. Solo que cuesta más encontrarlo, porque requiere tiempo, esfuerzo y compromiso.
Amar no es solo tener sentimientos, también es cuidar, respetar y acompañar al otro. Esto se llama ética del cuidado.
También es muy importante el amor propio, que no es egoísmo, sino dignidad humana.
Si no nos queremos a nosotros mismos, podemos aceptar cosas que no nos hacen bien.
El amor no es solo de pareja. También está en la amistad, la familia y los pequeños gestos diarios. El filósofo griego Aristóteles decía que el ser humano necesita a los demás para ser feliz, porque somos seres sociales.
Hoy existen muchos tipos de relaciones: abiertas, entre personas del mismo sexo, personas que deciden no tener pareja, etc.
En filosofía se valora la diversidad de formas de vida. Lo importante es que haya libertad y respeto.
A veces se confunde el amor con los celos, el control o la posesión. Pero eso no es amor, es inseguridad.
El amor verdadero se basa en la confianza. El filósofo Erich Fromm decía que amar es un arte, y como todo arte, se aprende y se cuida.
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Aunque el amor ha cambiado, sigue siendo una parte esencial del ser humano. Hoy hay más libertad, pero también más confusión.
Por eso, como decía Sócrates, es importante conocerse a uno mismo. Si todos amáramos con más verdad y respeto, el mundo sería un lugar mucho mejor.
Bibliografía
  • Aristóteles. (2004). Ética a Nicómaco. Alianza Editorial.
  • Bauman, Z. (2003). Amor líquido: Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos. Fondo de
Cultura Económica.
  • Fromm, E. (1956). El arte de amar. Paidós.
  • Sartre, J.-P. (1943). El ser y la nada. Gallimard.
El arte de olvidar
Valeria Gutiérrez
El olvido es una experiencia común para todos los seres humanos. Olvidamos cosas todos los días: nombres, fechas, tareas, ideas… A veces el olvido nos molesta, otras veces nos alivia. Pero, ¿qué es realmente olvidar? ¿Por qué ocurre? ¿Qué papel juega en nuestra mente, en nuestra vida y hasta en nuestra alma? A lo largo de la historia, filósofos, científicos y poetas han reflexionado sobre el significado del olvido. Hoy voy a a explorar el olvido desde distintos puntos de vista: el filosófico, el científico y el mitológico.
Comenzaremos por la filosofía, en concreto con Platón.tenía una visión muy interesante sobre la memoria y el conocimiento. Para él, conocer no era aprender cosas nuevas, sino recordar lo que el alma ya sabía antes de nacer. En su obra Menón, Platón explica que el alma es inmortal y ha vivido muchas vidas. Por eso, al aprender algo, en realidad lo estamos recordando. Entonces, el olvido sería como una especie de “amnesia del alma”, algo que ocurre cuando al nacer olvidamos lo que nuestra alma ya sabía. Esta idea se conoce como la teoría de la reminiscencia. Así, para Platón, el olvido es una barrera entre el alma y la verdad.
Sin embargo, desde una perspectiva más actual, la memoria y el olvido se pueden explicar también desde la psicología y la neurociencia. En el cerebro humano existen diferentes tipos de memoria. La primera es entre la memoria a corto plazo y la memoria a largo plazo. La memoria a corto plazo retiene la información durante unos segundos o minutos. Por ejemplo, cuando memorizamos un número de teléfono solo por un momento. Esta memoria es
frágil y se pierde fácilmente si no le prestamos atención o no la repetimos.
Por otro lado, la memoria a largo plazo guarda la información durante horas, días, años, o incluso toda la vida. Aquí se almacena lo que hemos aprendido en el colegio, los recuerdos de la infancia o el nombre de nuestros amigos. Pero incluso en la memoria a largo plazo hay olvidos. Esto puede pasar porque el recuerdo se debilita con el tiempo, o porque está mal organizado y no logramos acceder a él.
Otra división importante es entre la memoria mecánica y la memoria semántica. La memoria mecánica es la que usamos cuando memorizamos algo de forma repetitiva, sin comprenderlo del todo, como cuando aprendemos una lista de palabras. En cambio, la memoria semántica es aquella que se basa en el significado y en la comprensión. Por ejemplo, recordar qué es una célula y cómo funciona. Esta memoria es más profunda y duradera. El olvido, en este contexto, puede producirse cuando solo usamos la memoria mecánica sin comprender, lo que hace que el recuerdo se pierda más fácilmente.
Pero no todo olvido es malo. De hecho, el olvido también cumple una función importante en nuestras vidas. Nos permite dejar atrás recuerdos dolorosos, evitar el exceso de información innecesaria y centrarnos en lo importante. Si recordáramos absolutamente todo, nuestra mente se saturaría. En este sentido, el olvido también puede ser una forma de “limpieza” mental. Nos ayuda a vivir el presente y a adaptarnos al futuro.
Además, el olvido ha sido un tema presente en los mitos y leyendas. En la mitología griega, existía un río llamado Leteo, cuyo nombre significa “olvido”. Este río se encontraba en el Hades, el mundo de los muertos. Se decía que las almas que bebían de sus aguas olvidaban su vida pasada antes de reencarnarse. De nuevo, vemos una idea parecida a la de Platón: el alma olvida su pasado antes de volver a la vida. En la mitología, el olvido aparece como una forma de borrar el sufrimiento o de prepararse para una nueva existencia. Pero también puede tener un lado peligroso, porque olvidar puede significar perder nuestra identidad.
También es interesante pensar en cómo el olvido influye en nuestra forma de ser. Nuestra memoria es parte esencial de lo que somos: sin recuerdos,
¿quiénes seríamos? Las personas que sufren enfermedades como el Alzheimer, por ejemplo, pierden sus recuerdos poco a poco, y con ellos parece que también se pierde parte de su personalidad. Esto nos hace reflexionar sobre la importancia de la memoria y cómo el olvido no es solo un fallo del cerebro, sino algo que toca lo más profundo de nuestro ser.
En resumen, el olvido es un fenómeno complejo que puede analizarse desde
muchas perspectivas. Platón lo veía como un obstáculo para conocer la verdad que ya está en nuestra alma. La ciencia lo entiende como una parte natural del funcionamiento de la memoria humana, que puede ser mecánica o semántica, a corto o a largo plazo. Y la mitología lo presenta como un río que borra los recuerdos antes de comenzar una nueva vida. En todas estas miradas, el olvido no es simplemente una pérdida, sino también una herramienta, una necesidad, y a veces incluso una forma de protección.
Tal vez, como dice el filósofo Nietzsche, “el olvido no es sólo un pasivo perder, sino un activo dejar ir”. En otras palabras, olvidar también es una forma de avanzar. Por eso, aunque a veces nos duela olvidar, también debemos entender que el olvido forma parte de la vida y de nuestra manera de ser humanos.
La culpa y el arrepentimiento
Carlos Rodrigo
El ser humano, como ser consciente de sí mismo y de los demás, es capaz de experimentar emociones complejas que lo diferencian del resto de los animales. Entre ellas, están el sentimiento de culpa y el arrepentimiento. Ambas emociones surgen ante el pensamiento de haber cometido un error o una falta moral, y son una parte esencial de la vida ética de las personas. Pero, ¿qué son exactamente estos sentimientos?, ¿por qué se sienten?, ¿nos hacen mejores o no son una carga necesaria ? Y aún más interesante: ¿puede uno arrepentirse de lo que no ha hecho?
Para comenzar, hace falta distinguir ambos conceptos. La culpa es una emoción que aparece cuando creemos haber hecho algo malo, cuando se incumple una norma personal o social. Se acompaña de sensaciones como vergüenza, malestar interno o necesidad de reparar. En cambio, el arrepentimiento implica una reflexión sobre una acción pasada, generalmente negativa, y el deseo de no haberla cometido. Se podría decir que la culpa está más ligada a lo emocional, mientras que el arrepentimiento es más racional . Aunque normalmente, las dos sensaciones o emociones, suelen aparecer a la vez o en situaciones parecidas.
El filósofo Baruch Spinoza, en su obra demostrada según el orden geométrico, dijo “el que se arrepiente es doblemente miserable”. Con ello, Spinoza no decía que las personas no cometan errores, sino que consideraba que lamentar nuestras acciones pasadas es inútil. Para él, todo lo que hace, lo hace por necesidad, y arrepentirse implica no entender esa necesidad, lo cual muestra ignorancia. En lugar de arrepentirse, uno debería tratar de entender por qué actuó como lo hizo y corregir, si es necesario, pero sin el peso emocional que es arrepentirse
No obstante, la experiencia nos muestra que la culpa y el arrepentimiento son difíciles de evitar. Pensemos, por ejemplo, en una situación real: una persona discute con un ser querido y, en un momento de enfado, dice palabras malas que en realidad no piensa. tiempo después, se da cuenta del daño. Siente culpa porque no quería herir, y se arrepiente de haber dicho lo que dijo. Este arrepentimiento puede llevarlo a reflexionar para no repetir ese comportamiento. Lo cual es un buen desenlace para ese sentimiento de culpa.
¿Entonces, son la culpa y el arrepentimiento algo bueno o algo malo? Como casi todo en la vida, depende. Si se sienten de forma constante, pueden volverse muy malos. Existen personas que cargan con culpas que les impiden seguir adelante, incluso por fallos pequeños. Pero en una buena proporción estos sentimientos cumplen una función reguladora: nos recuerdan que nuestras acciones tienen consecuencias, que no somos perfectos. Así, el arrepentimiento puede ayudar a que uno cambie por sí solo , como la culpa, un acto de reflexión.
Una cosa interesante es si se puede sentir culpa o arrepentimiento por algo que no se ha hecho. Al parecer sí, y se conoce como culpa por omisión. Por ejemplo, alguien puede sentirse culpable por no haber ayudado a un amigo en necesidad, por no haber dicho algo importante a tiempo o por no haber actuado cuando vio algo injusto. Esto demuestra que no solo somos responsables de lo que hacemos, sino también de lo que dejamos de hacer por filósofos como Jean-Paul Sartre ha hablado de este fenómeno, quien sostenía que el ser humano está condenado a la libertad, y que no actuar es también una forma de elegir.
Desde el punto de vista subjetivo, la culpa y el arrepentimiento dependen de lo que nosotros mismos pensemos y nuestros valores. Dos personas pueden actuar de forma idéntica y que una se sienta culpable, mientras que la otra no. Pero desde el plano objetivo, estos sentimientos también tienen una dimensión social. La sociedad impone normas que dictan qué es moralmente aceptable, y cuando no las seguimos, podemos ser juzgados por otra gente que si lo hace, lo cual puede hacer la culpa incluso si no la sentimos al principio. En este sentido, la culpa también tiene una función social: mantener el orden y las normas de la sociedad.
Desde la filosofía, distintas corrientes han interpretado estos sentimientos de formas diversas. Para el estoicismo, por ejemplo, la culpa no tiene sentido si uno ha obrado conforme a la razón y al deber. y para, pensadores como Kant ven en la culpa un elemento positivo, ya que es signo de una conciencia moral activa que reconoce sus errores y busca el deber.
Conclusión
La culpa y el arrepentimiento, aunque incómodos,al final son emociones humanas y necesarias. Nos enseñan que somos seres capaces de reflexionar sobre nuestros actos y también deseosos de mejorar. No tienen que ser evitados pero tampoco ignorados del todo, ya que como enseñaba Spinoza, no basta con lamentar: hay que comprender. El verdadero valor del arrepentimiento no está en el dolor que causa, sino en la transformación a la que ayuda. Y la culpa, bien gestionada puede ser lo que a veces da lugar a la empatía y la evolución como persona.
Estos sentimientos, bien integrados, son parte de lo que nos hace humanos. Negarlo es ignorar nuestra capacidad de cambio. en cambio aferrarse a ellos, es renunciar a la paz interior. Como en tantas cosas de la vida, el equilibrio es la clave.
La confusión de Confucio
Asier Martínez Lencero
Kong Qiu es, muy probablemente, el pensador más influyente en la historia de la humanidad. Palabras grandes, sí, mas refieren a un pensador no menos grande. Kong Qiu nació en Qufu, entre Beijing y Shanghái, en lo que entonces era la china imperial de la segunda dinastía, la dinastía Zhou. Era miembro de una familia de alta alcurnia, por lo que los tiempos que hubo de vivir no fueron los más propicios. Era el siglo VI a.C y la China imperial estaba contemplando cómo su sistema feudal se desmoronaba al tiempo que el hijo del cielo–el emperador–trataba a toda costa de mantenerse en el trono. Con la caída del feudalismo la familia de Kong hubo de abandonar la corte tratando de sobrevivir como buenamente pudiese. Al igual que ella, muchos otros cayeron en desgracia. Por aquel entonces las cortes reales e imperiales eran el único lugar del imperio en el que se transmitían conocimientos, en el que se educaba, siempre de la mano de los nobles a modo de profesores. Al perder sus feudos, los nobles, letrados, comenzaron a dedicarse a compartir sus conocimientos con todo aquel dispuesto a escucharlo y, sobre todo, pagarlo. Así nacieron los profesores privados en la China imperial.
Kong no solo fue uno de estos, sino que fue el mayor y más célebre. Por su popularidad y contactos pronto reunió una serie de discípulos que le seguían allá donde iba, de palacio en palacio, instruyendo a diferentes miembros de la casa imperial que con cierta dificultad mantenían el control de sus tierras.
La filosofía por aquel entonces, en esta parte del mundo, estaba muy focalizada en la ética y la política, entendiendo esta como una rama de la primera. La ética de Kong se puede resumir en tres conceptos clave: el yi, el ren y el shu. El yi es el deber, la rectitud, y puede traducirse como una versión primitiva del imperativo categórico kantiano. Según Kong, la rectitud consiste en hacer el bien por el mero hecho de que sea el bien, independientemente de conveniencias personales, como un fin formal y no concreto. Kong enfocaba esto hacia la práctica de los ritos religiosos. Seguirlos equivalía a obrar de forma recta. No era moral cuestionarse su eficacia o su propósito; simplemente había que cumplirlos porque era lo correcto. Lo que tal vez Kong no contemplase, que sí contempló uno de sus principales discípulos (Meng), era el papel de dichos ritos en la sociedad como institución reguladora de la posición social de cada cual y sus correspondientes funciones.
Por otra parte está el ren o benevolencia. La benevolencia sería el fin último de la ética, el motor que movería todas las acciones morales. Kong describe la benevolencia como la completa entrega al prójimo y el sacrificio individual por el bien ajeno. En palabras del maestro, “la benevolencia consiste en amar a los hombres”.
Finalmente encontramos el shu o el altruismo. El shu se puede resumir como no hacer a los demás aquello que no se quiere que le hagan a uno. Con estas tres normas o conceptos, Kong proponía que toda sociedad e individuo podía vivir de acuerdo a la moral, hallar el bien en sí mismo mediante sus actos y en los demás mediante los suyos.
Aplicando estos principios a la política, Kong proponía que el gobernante debía ser alguien que poseyese el ren, actuase por el yi y sintiese el shu. Todo el resto de mandatarios no eran más que caudillos o tiranos en el más puro sentido heleno de la palabra. Kong entendía el estado como una familia. El emperador era el padre benévolo que, en ocasiones, debía emplear la fuerza para castigar y educar a sus hijos. Los emperadores, atentos a esta línea de pensamiento, no dudaron en emplearla a su favor. No se sabe si por obra del propio Kong o por tergiversación, nació la idea del mandato divino. Según esta, el cielo, dios supremo del panteón chino–recordemos que China significa, precisamente, “todo bajo el cielo”--, concedía el poder de reinar a una familia virtuosa que, precisamente por esta virtud y convenio con el cielo, no debería ser cuestionada. En caso contrario la divinidad intervendría como padre final y educaría a sus hijos por medio de inundaciones o sequías. El cielo sería el ren y el shu en su estado más puro. Velaría por el bien del hombre y, por ello, se preocuparía por encontrar un buen gobernante para él.
Kong afirmaba que la base del estado es el pueblo, ostentando el gobernante el último lugar. Por tanto, para ser soberano habría que ganarse el favor del pueblo, algo imposible sin virtud. Esto desemboca en que un gobernante sin virtud no es un verdadero gobernante sino un simple tirano y que por tanto no gozaría del favor del bien supremo (el cielo).
Llevando todo esto al plano familiar encontramos una de las piedras angulares del pensamiento confuciano: la piedad filial. De acuerdo con Kong, cada hijo guarda una deuda con sus antepasados vivos y muertos por los padecimientos que estos hubieron de pasar para que él llegase a nacer. Esta deuda responde al shu de los padres que por sus hijos trabajan los campos día y noche al tiempo que al yi de los hijos, que no deben cuestionarse la obediencia ni buscar nada a cambio: es su deber. La piedad filial se manifiesta como un respeto casi divino hacia el progenitor que se va multiplicando con las generaciones y desemboca en la adoración de los antepasados. La piedad filial mantendría la armonía en la familia, haciendo que cada cual permaneciese en su respectiva posición.
Meng, principal heredero intelectual de Kong, aplicó la teoría de la piedad filial al gobierno. Si el padre ha de ser reverenciado por su shu hacia el hijo, el emperador, que no deja de ser el padre de la nación, debe ser igualmente adorado, mas en mayor medida pues sirve directamente al ren supremo, el cielo. De acuerdo con Meng, ya que el hombre debe actuar de forma moral inconscientemente y sin pensarlo, debe de haber algo en la voluntad o vocación innatas del humano que le predisponga hacia la ética igual que Pitágoras presuponía un alma inmortal capaz de captar los números eternos. El estado, por tanto, sería la forma lógica por la que el hombre aspira a la virtud: una gran familia en la que poder aplicar el shu y el ren con los otros.
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